Llegó la hora de derribar los tópicos

Los tópicos son, en ocasiones, mentiras que a costa de repetirse una y otra vez terminan calando en el inconsciente colectivo de un pueblo hasta un nivel muy profundo, tanto que, a la larga, nadie se atreve a cuestionarlos. Así, los gallegos somos indecisos, los andaluces vagos y los españoles, para los japoneses, matadores de toros y, para los alemanes, profesionales de la siesta.

La lista de atribuciones de rasgos a priori es tan larga que resultaría imposible compilar en un único volumen todo aquello que cada uno da por cierto sobre los demás, sin haberse parado nunca a pensar si su creencia tiene alguna base real. Y ese es el problema; en realidad, no hay ningún hecho objetivo en el que apoyarse para, por ejemplo, asegurar que los catalanes son unos tacaños. Lejos de eso, los datos de incumplimiento del déficit hechos públicos por el mismísimo Artur Mas demuestran que, más que seguidores de la virgen del puño, en realidad son más bien unos manirrotos, dispuestos a cubrir con millones de euros cualquier ocurrencia que tengan, sea esta o no importante.

De hecho, los supuestos cicateros gastan a manos llenas en pseudoembajadas para plantar por el mundo adelante su bandera como si fuera la de una nación. También derrochan en campañas de apoyo a su idioma, aunque parte del dinero gastado lo recuperan en forma de multas impuestas a todos aquellos negocios que se atreven a colocar algo de castellano en su nombre, su carta, los cuadros de las paredes o las bolsas de plástico que dan a sus clientes. Eso sí, como no todo va a ser repartir billetes a espuertas, la Generalitat aplicó la austeridad cerrando hospitales, privatizando autopistas y hasta túneles y pretendiendo que, por ejemplo, se suspendan las obras del AVE gallego y que el dinero que se destina a esta infraestructuras (de la que, por supuesto, ellos ya gozan), que se destine a saldar la deuda histórica que el Estado tiene con Cataluña (deuda que, por supuesto también, solo ellos saben a cuánto asciende y por qué conceptos).

En resumen, que de nada ha servido incrementar la capacidad recaudatoria de las autonomías, ni tan siquiera darle a Cataluña 5.400 millones del Fondo de Liquidez Autonómica (por supuesto, es la que ha pedido la mayor cantidad, duplicando casi a la que le sigue en el segundo puesto). El problema, para Mas y, por lo que se ve, para un buen número de catalanes, es que España los está estrangulando y el Estado, malo donde los haya, los condena a mendigar y no poder continuar con el nivel de vida que mantenían hasta ahora. Y, por esto y por otras dos o tres minucias, Artur y Oriol y otros cuantos han decidido que ha llegado el momento de la independencia. La pregunta es: ¿Habría llegado también el momento de la secesión si Rajoy le hubiera concedido a Cataluña un régimen fiscal similar al de Euskadi y Navarra? No son tacaños, son unos listillos.

Llegó la hora de derribar los tópicos

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