Para terremoto, el que se sentó en ayer en el sur de Andalucía: 6,3 grados en la escala de Richter. Lo de Podemos mientras Sánchez departía con Felipe VI, lo de ese grupillo en formación y en posición de firmes solicitando ministerios, no tenía nada de sísmico, sino que era otra de las performances de Iglesias, inequívocamente suya por el elevado contenido de puerilidad. Para terremoto, el del mar de Alborán, y para mosqueo, hastío y consternación, el de la ciudadanía ante una clase política tan rústica e ineficiente.
Los pájaros callan cuando la tierra tiembla, pero no desaparecen. Las primeras aves del día callaron, dejando atrapado en un silencio sepulcral el pánico de las personas regresadas bruscamente del sueño, un silencio más acentuado que roto por el temblor de las camas y el crujido de los edificios. Se pasó mal de Algeciras a Almería, y en Melilla particularmente, pero cuando se aquietó el seísmo, y la gente y los pájaros empezaron a comunicarse lo vivido, el nuevo día estaba ahí, y en el día esa porción de botarates que parece haber secuestrado la realidad con su incapacidad no ya para entenderse, sino para hablar.
Claro que si llamamos hablar a lo que hizo Iglesias el viernes, casi mejor el silencio, incluso el silencio abisal de los terremotos. Se puede ser lo que se quiera, pero no un fantasma, y menos un fantasma faltón. ¿Así pretende el coleta morada ese dialogar para formar n gobierno? ¿Dónde ha estado en los últimos siglos la criatura, que desconoce los rudimentos del trato y de la educación? Ególatra hasta el delirio, se va a tener que fastidiar: en Andalucía, en Melilla, nadie se acuerda ni va a hablar de él. Sólo del terremoto.