Pumares lo conocería, pero Harvey Weinstein era un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de los españoles hasta que se relacionó su nombre con los escándalos sexuales de Hollywood. Por lo que se fue sabiendo, el tipo debe de ser un depravado de narices, a pesar de que hubo quien se empeñó que el asunto era una caza de brujas cuyo origen está en unos casi inocentes tocamientos. El último comentario que se le atribuye –”Me acosté con Jennifer Lawrence y mira dónde está ahora, acaba de ganar un Oscar”– refleja que más que una bruja a la que perseguiría la Inquisición, es un monstruo.