La liga Iberdrola de rugby femenino en División de Honor se ha terminado. Ya está todo el pescado vendido. Me gustaría hacer un estudio y conocer cuántas personas saben de esto, porque me parece a mí que nos hemos enterado cuatro. Es un decir, claro. El pasado fin de semana tuvo lugar en Alcobendas la final entre CRAT e INEF L’Hospitalet.
Yo, obviamente iba con el CRAT no sólo por ser un equipo coruñés, sino porque además conozco personalmente a varias de sus jugadoras y son unas tías estupendas. Pero aún con todo, me daba igual quién se llevase el título.
Yo sólo quería disfrutar de un partido que además sabía que iba a ser bonito de ver. Así fue: un CRAT inmenso, casi infranqueable, duro, rápido, con buena jugada a la mano pero también con una delantera aplastante... Y un INEF que tardó un poco en reaccionar pero que se reconstruyó y salió al segundo tiempo con más ganas que nunca y vio huecos donde ni los había. Todo bailando alrededor de un arbitro al que debemos llamarlo señor con mayúsculas, porque no lo pudo hacer mejor. Fue todo en su conjunto serio y duro, pero para nada tenso o incómodo. Ahí se observa la grandeza del rugby.
De hecho, en medio del partido el comentarista –que Dios y él me perdonen por no recordar su nombre– hablaba con Ángela Del Pan sobre cómo en las gradas se podía ver, animando, a mucha gente de los equipos que habían sido eliminados a lo largo de la liga.
Es decir, ayer eran competidores pero hoy son de nuevo compañeros de deporte. Y es que un rival no es tu enemigo, porque ya de entrada tienes una pasión en común con él. Incluso al final del partido, cuando la liga ya se había venido para el norte, las jugadoras del INEF saltaban de alegría celebrando ser subcampeonas. Y lo siento, pero nunca verán eso en fútbol...
Aún así, con lo chulo que es este deporte, queda mucho por palillar. Le preguntaba también el bueno de nuestro amigo el comentarista a Ángela que por qué el número que lucían las chicas en la camiseta no se correspondía con el de su posición como jugadora en el campo y la respuesta, a mi parecer, es desoladora: “porque ninguna marca fabrica equipaciones correspondientes en tamaño y número para un equipo femenino”.
Esto es 2019 señores y estas chavalas, al igual que las que conforman la selección nacional, lo están petando. No sé qué más quieren.