El caos del Brexit

Esta semana era el día. Estaba escrito, en absoluto, creíble, que el 12 de abril se produjera la salida del Reino Unido de la Unión Europea. 

Efectivamente, la primera ministra Theresa May acude a Bruselas para  solicitar otra prórroga, inicialmente, hasta el 30 de junio, aunque todos intuimos que irá más allá.

Va para tres años del referéndum británico que aprobó la salida de la Unión y, desde entonces, no para de crecer la división política en las Islas. Si, de aquella, el mismo resultado del plebiscito mostró la división entre las naciones y territorios a favor de la permanencia (Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar) y las que prefirieron la salida (Inglaterra y Gales, con la importante excepción de Londres), ahora, asistimos a una Cámara de los Comunes con los Tories profundamente fraccionados y no creamos que los laboralistas son una piña, ya que su propio líder, Jeremy Corbyn, aceptó a regañadientes la posibilidad de un segundo referéndum. Resumiendo: todos contra todos.

Las consecuencias del Brexit en el Reino Unido son dramáticas. Especialmente, aquellas que pueden minar la convivencia en Irlanda del Norte.

Esta semana se cumplen 21 años de los acuerdos de Viernes Santo que pusieron fin al Conflicto de Irlanda del Norte, permitiéndole una mayor autonomía política, contribuyendo a la paz en la región. Pues bien, la salida de la Unión pone en peligro la estabilidad por la posible reposición de la frontera norirlandesa. Aunque haya una cláusula de salvaguarda para evitarlo, se pone en peligro la convivencia alcanzada.

Y, por supuesto, la consabida retahíla de males económicos que puede acarrear a los británicos dejar de gozar de ser miembro de la Unión Europea para convertirse en un simple país tercero.
Pero el Brexit, también, salpica a los veintisiete países restantes de la Unión. Hasta ahora, habían mostrado unida de acción. Hoy, la división política asoma en la cumbre extraordinaria de esta semana en Bruselas. A la hora de redactar este artículo, todavía, no ha terminado, se desconoce el nuevo periodo de prórroga, si lo hay, y las condiciones correspondientes. 

No es solo un problema del Reino Unido, corremos peligro de metástasis por el inédito abandono británico. Es uno de los nudos gordianos del futuro de la unidad política del continente y afecta al conjunto de ciudadanos británicos que trabajan, viven y pasan sus vacaciones en otros países de Europa, al voluminoso grupo de ciudadanos del continente que trabajan en Las Islas, a los futuros Erasmus o a las pescadores gallegos.   

Ojalá todo quedara en un mal sueño.

ramonveloso@ramonveloso.com

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