Lo confieso, se me ha caído un mito. Resulta que han cazado a Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno español, mano derecha de Rajoy, mujer de pequeño tamaño, pero gran carácter, invadiendo el carril bus con el coche oficial. La cosa no es para pedir la pena de muerte, ni siquiera una cadena perpetua revisable pero, de ser cierta tal y como la han contado en eldiario.es, es feo estorbar el tráfico, sobre todo el del transporte público, para ir de compras. Ya saben, la jugada clásica de dejar el coche en doble fila y ponerle cara de pena al guardia y echarle la llorada con eso de “solo son cinco minutitos”. Al final, según los testigos, fueron doce minutitos, suficientes para que se expusieran a recibir la receta correspondiente porque parar, simplemente parar, en el carril bus supone arriesgarse a encajar 200 euros de multa.
La cosa no tendría mayor repercusión si no fuera por el hecho de que por la Gran Vía andaban –suponemos que también de compras navideñas– dos redactores del digital que dirige Ignacio Escolar, que se encargaron de documentar y fotografiar el momento. Lo que viene siendo una cachada en toda regla. Rápidamente lo subieron a la web y, lo que tiene internet, la noticia se extendió como la pólvora y no tardaron en llegar los memes y las bromas.
Parece que las políticas del PP tienen un especial querencia por el carril bus madrileño. Al menos, Soraya no tuvo los problemas de Esperanza Aguirre, que entró en modo “Too fast, too furious” y, al ser pillada por la policía, embistió a los agentes de movilidad y se dio a la fuga en plan road movie. Pena que no tuviera a su compañera de desventuras cerca, porque quedarían muy bien para un remake cañí de “Telma y Louise”. Con un final menos trágico, por supuesto, y dirigida por Santiago Segura, que este presume de español sin problemas y estará mejor visto en el partido que Fernando Trueba.
Lo curioso del caso es que todo el mundo se ha parado a comentar, según las preferencias políticas de cada cual, que si el abuso de poder y que si qué morro le echa Soraya o que si no era para tanto, que si solo fueron doce minutos de nada y que eso le puede pasar a cualquiera. Y a mí solo hay una palabra de toda la noticia que me parece que no encaja: Primark. Y sí, resulta que todo el follón se montó porque la vicepresidenta del Gobierno, que tiene un sueldo de 75.000 euros al año, iba a hacer unas compras ¡a Primark! Y ahí es donde se me cae el mito.
Tanta portada en camisón con glamour, tanto cambio de look, tanto dinero invertido en colorete y peluquería... ¿para comprar en el Praimark, como lo pronuncian los modernos? ¿Pero no habíamos salido de la crisis? ¿No se había acabado la austeridad? Confiamos en los ricos para que levanten la economía y acaban comprando en los sitios reservados a los pobres. Solo cabe una explicación: que tuviera que comprar el regalo del amigo invisible para Mariano, el tope fuera de diez euros y no supiera muy bien dónde ir hasta que el chófer le comentó: “¿Y por qué no va al Primark, que está ahí delante?”. “Ah, pues qué buena idea. Para aquí delante, que solo son cinco minutitos”.