siempre hay un principio; para Tales fue el agua y para la deriva de España también lo hay: Franco, el franquismo, ese monstruo que en el afán de acabar con la estupidez aniquiló toda la materia gris de este País y en ella todo ingenio, honor, dignidad y bondad. Nos liberó de lo estúpido para entregarnos a la estupidez, perpetuándola, es más, dejándonosla como envenenada herencia.
Gracias a ese maldito legado ha sido posible que ETA asesinara durante 50 años a la sombra del prestigio revolucionario y el nacionalismo lo rentabilizara a la del progresismo. Que los nacionalistas catalanes hicieran de ella ariete para romper algo más que la unidad de España, la solidaridad y la convivencia, sin abandonar la caspa del clasismo ni la sombra del racismo.
Gracias a ella no construimos un estado moderno y eficaz, sino un puñado de taifas que nos convierten en algo más que un estado fallido, quebrado. Gracias a ella hemos permitido que izquierdas y derechas nos gobiernen a golpe de ocurrencias y maldades. Gracias a ella les hemos perdonado todo tipo de corruptelas en aras de sus colores.
Gracias a ella, el tejido ético de este país gira en torno a la estupidez y la rapiña con la puntualidad con que lo hacen los planetas alrededor de su estrella. Gracias a ella nos hemos instalado en ella sin saber si Franco fue la culpa o solo la disculpa en este estúpido batallar, y, lo más grave, sin que haya quien lo pueda remediar.