"Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo Arquímides de Siracusa, entusiasmado después de mostrar que la aplicación de su ley de la palanca conseguía mover un navío de 50 metros de eslora.
Me acordé de la frase mítica del sabio más grande de la antigüedad al ver el cambalache que montó Pedro Sánchez -con el apoyo de todos los que le llevaron al Gobierno- para entregar RTVE a Podemos y dar a Pablo Iglesias “el punto de apoyo de los telediarios” para “mover su mundo” de control informativo y conformar la opinión pública a sus intereses políticos al estilo bolivariano.
Con este chalaneo bochornoso de reparto de la RTVE el líder de Podemos ve cumplidos los deseos que expresó públicamente en 2013 en la Universidad de A Coruña -escúchelo en YouTube- de disponer de los medios públicos de comunicación: “Si el Gobierno depende de ti, debes exigir un mínimo de horas..., eso vale más que la consejería de Turismo. ¡Para ti la consejería de turismo!. Dame a mí los telediarios, dame uno de los dos telediarios al día”. Ya los tiene y TVE no tardará en emitir un programa similar a “Aló Presidente” de Hugo Chaves.
Es verdad que socialistas y populares en su alternancia en el poder siempre llegaron al gobierno con la fijación de “mandar” en el ente público. Pero no se recuerda “okupación” tan vergonzosa, contraria al proceder democrático más elemental. Marginaron a PP y Ciudadanos que representan cerca de la mitad de los españoles y eligieron consejeros afines y adictos para entrar en Prado del Rey a la brava.
Es la nueva “repolitización”, más burda que la del PP de Rajoy, que Sánchez e Iglesias denunciaron y con la que querían acabar. ¿Es este el modelo para que la radio y televisión públicas pueda emitan “información objetiva, veraz, plural e independiente” que Sánchez marcó como objetivo para su mandato?
Sostiene González Urbaneja que “estamos ante dirigentes inmaduros, con muy poca experiencia, de regate corto y carentes de sentido de Estado” que pactan en un despacho y destrozan la credibilidad de una empresa pública con más de 6.000 trabajadores y 1.000 millones de presupuesto que pagamos todos. Que intenten vender esta desvergüenza como “regeneración” que busca el rigor y la neutralidad de RTVE es señal de que antes tomaron algo más que unos chupitos.
En fin que corren malos tiempos para la libertad e independencia informativa. Hoy como ayer, cuando el poder político controla la información, la verdad deja de ser importante.