Amigos

Decía el escritor estadounidense, Elbert Green Hubbard, que un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere. Y algo de eso hay. 
Sobre la amistad se han escrito muchas cosas. Pero ¿cómo definirla? Por la vía más corta se podría decir que es un estado emocional, no romántico, de confianza, afecto y simpatía que se establece entre dos personas que no son familia.
En todo caso, es un pilar fundamental en las relaciones humanas. Aunque hay que decir que no está viviendo la mejor de las épocas, su significado está muy devaluado en los tiempos que corren. Hoy se le llama amigo o amiga a cualquiera. Es un término que se usa alegremente y de manera frívola. Hasta el punto que se consideran amigos a los compañeros del trabajo, de la playa, del fútbol. O de los vinos. Aunque algún amigo habrá en esos grupos no todos comparten afectos. 
Pero también existen amigos virtuales. Nos referimos a las amistades que se hacen a través de Facebook y otras redes sociales. El esperpento llega a tal extremo, que hay incluso parejas que viviendo bajo el mismo techo se solicitan entre ellas amistad. Como si fueran dos desconocidos. ¡Ay si Frank Kafka levantara la cabeza! Se quedaría mudo. Seguro.
Es cierto que lo de la amistad es un término muy amplio, pues hay muchas clases de amigos. Los hay íntimos, tóxicos, imaginarios, protectores, aprovechados, la lista es tan extensa que se podrían escribir varios artículos.
Es obvio que las relaciones humanas han cambiado mucho en estos últimos 30 años. Todo se ha banalizado de tal manera que la amistad es hoy sólo una palabra, un vocablo que fue vaciado de su contenido original y llenado con otro diferente. 
Recuerdo que un sargento en la mili nos decía que con las armas no se juega, que hasta de una escoba se había escapado un tiro. Y con las palabras tampoco se debería jugar, si se utilizan mal suelen ser peligrosas, porque pueden modificar la conducta de las personas, haciéndoles cambiar su visión y concepto de las cosas. 
La verdad es que las palabras pueden cambiarlo todo. Su poder no tiene límites, son más fuertes incluso que las armas. Por lo tanto, cuando se usan de manera perversa pueden llegar a convertirse en “armas de destrucción masiva”. Y la palabra amistad está sufriendo de esa perversión, porque perdió fuerza; se usa de una manera frívola. Lo político es ser amigos de todos. Y como decía Aristóteles, el amigo de todo el mundo no es un amigo.
Aquello de “un millón de amigos”, del brasileño Roberto Carlos, suena bonito sin duda, pero hay que reconocer que es una quimera. Es cierto que la amistad siempre fue una relación compleja y complicada, pero en el mundo egoísta de hoy lo es todavía más. Por la sencilla razón que han cambiado las reglas, los significados, las voluntades, las prioridades; alguien interesado ha puesto patas arriba todos los principios. 
La realidad es que nos están obligando a vivir una farsa. Aunque esto pueda parecer recurrente, hoy nadie es lo que aparenta. Todo somos otra cosa. Por lo tanto, la amistad, como no podía ser de otra manera, se ha resentido. Ya no es lo que era. 
Hoy poca gente dice lo que piensa o siente. Porque eso no es políticamente correcto ni genera amigos. Lo que importa es seguir el pensamiento “mainstream”, que es una manera indecorosa de torear la situación, porque es representar un falso personaje a costa de abandonar la dignidad. Es algo así como autocensurarse. 
La verdad de la buena –como dice un amigo– es que la amistad no es una medicina que se pueda comprar en una farmacia cuando la necesitamos. Y quizá el ejemplo más acertado sea el que está en la obra El Principito, de Antoine Saint-Exupery. 
Hay un capítulo en que el Principito se siente triste, tanto, que le pide amistad a un zorro. Pero el zorro lo invita a que lo domestique antes para ser su amigo, diciéndole –“¿sabes? Solo se conoce a las cosas que se domestican. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y…como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, ¡domestícame!” Es para pensar.

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