La devolución de la sanidad a los inmigrantes irregulares seis años después de la restricción aplicada por el Gobierno de Mariano Rajoy y, sobre todo, la decisión de España de acoger a los 629 emigrantes a bordo del barco Aquarius, que Italia no dejaba desembarcar en sus puertos, son gestos con gran impacto político en España y en Europa. Ahora, si se quiere que sean algo más que gestos --y marketing político--, Pedro Sánchez deberá hacer bien las cosas, lo que exige ideas realistas y capacidad de consenso en Europa. El problema tiene tal calado que no se puede resolver con gestos pero éstos pueden ponerse en valor si sirven para hacer pedagogía política. De entrada, conviene ser cautos.
Desde África y Oriente Medio seguirán llegando inmigrantes y refugiados a Europa. Incluso desde América Latina y Asia. No se puede mirar para otro lado ante esta realidad, cuya dimensión es inferior a la corriente migratoria hacia Estados Unidos, donde con menos población que Europa sostienen un modelo con tres o cuatro veces más inmigrantes irregulares que la Unión Europea. Es un dato que se maneja poco en Europa pero real como la vida misma. A pesar de Donald Trump, Estados Unidos es más tolerante con la inmigración legal e ilegal. De hecho, es un país de inmigrantes.
Lo que se ha visto en Estados Unidos durante años y años se verá también en Europa, que no debe afrontar este reto a la defensiva, sino de manera proactiva, ya que el Viejo Continente --no solo la UE-- necesita que llegue gente de fuera, a riesgo de volverse irrelevante en términos demográficos en el planeta. Si no se hace nada, África va camino de duplicar la población europea, incluyendo Rusia. Lo mismo sucede con el continente americano. Y no digamos Asia, con miles de millones de personas. Por tanto, si no se hace nada, Europa pasará de representar el 25 por ciento de la población mundial en 1900 a quedarse con un 4 por ciento a mediados de este siglo. Una evidencia más de la necesidad que tiene Europa de saber organizarse para recibir a personas de otros países. En Estados Unidos hay un Gobierno que se encarga de estas cosas --unas veces abre la mano, otras la cierra-- y en Europa hay 28 gobiernos, lo cual debe cambiar en muchos frentes, entre ellos el de la inmigración.
La pedagogía política de Pedro Sánchez no puede ser ajena a este diagnóstico; máxime tratándose España de una gran puerta de entrada de los inmigrantes. Sus conversaciones con Angela Merkel y Emmanuel Macron serán las decisivas. El consenso que se busca no debería ser inviable, ya que de serlo desaparecería la libre circulación de personas y se vendría abajo la Europa de Schengen. Aunque también se diga poco, todo esto tiene mucho que ver con la política del euro y la nueva estrategia europea de crecimiento, ya que si la economía no progresa será imposible resolver el problema demográfico y, por añadidura, el de la inmigración. No son tiempos para los simplismos populistas de países como Italia pero tampoco basta con los gestos. Hay que hacer política con mayúsculas. En clave europea.