La izquierda ha decidido que es ella quien marca el debate, lo acota, lo modera y lo cambia a su conveniencia. Por eso, muchas veces sus teorías no superan una simple prueba del principio de contradicción y para superarlo aplican el “haz lo que yo diga, no lo que yo haga”. Cada vez que ocurre una desgracia con menores, secuestros, violaciones, asesinatos, etc., se les llena la boca de decir que no se debe legislar en caliente y zanjan así cualquier debate, como el de la prisión permanente revisable para los autores de estos viles asesinatos.
Pero cuando se trata de postulados de izquierdas, la cosa cambia. La muerte de una mujer que padecía esclerosis múltiple en fase terminal, a la que su marido ayudó a morir por voluntad de la enferma, ha abierto el asunto de la eutanasia y la izquierda y sus brazos mediáticos no escatiman espacios para defender, en caliente, la legislación de la muerte digna. Ahora sí, porque es un postulado ideológico que la izquierda abandera. Fíjense que no entro en el debate de fondo sobre una cuestión tan opinable, pero me niego a aceptar con resignación la doble moral de la izquierda que retuerce su discurso llevándolo a su terreno por razones ideológicas.
Lo mismo hace cuando se habla de cómo se deben administrar los resultados electorales y, mientras se unió a proetarras, separatistas y comunistas para destronar al anterior presidente del Gobierno cuando había sido vencedor en las urnas ahora que las encuestas parecen otorgarles el honor de ser la fuerza más votada, se apresuran a recordar a las otras fuerzas que se debiera respetar la voluntad del electorado y dejar gobernar a la fuerza más votada. Es de traca y lo hacen con tal naturalidad que sonroja a todo el mundo menos a ellos que se aplican el “donde dije digo digo Diego” y punto.
Es curioso porque la derecha tradicional parece incapaz de desarmar este discurso tan contradictorio. Mientras Sanchez y los suyos fustigan al PP con sus casos de corrupción la derecha pasa de puntillas sobre el caso de los ERE, un asunto que afecta de lleno al PSOE y que está en pleno desarrollo judicial. Un caso que seguramente es el más grave de todas las corrupciones que hemos conocido está pasando desapercibido en lta precampaña, la izquierda no quiere que se hable de él y la derecha parece aceptar la condición. No se entiende, pero es así.
Pero hay que reconocerle méritos a la comunicación de la izquierda porque hay que tener cuajo para atreverse a acosar a otros partidos por las políticas económicas cuando hace nada sufrimos a un tal Zapatero que dejó España hecha unos zorros y en la UVI con más de cinco millones de parados y a punto de un rescate que solo pudo ser evitado con el sufrimiento de millones de españoles que decidieron mirar al futuro con esperanza aun dejándose girones de piel en el empeño. Qué decir del tema de las pensiones, Sanchez votó a favor de la congelación y ahora predica todos los males para las propuestas de los demás apoyándose en mentiras. Pero Sanchez no contaba con una nueva derecha que no le compra el discurso y por eso Vox es la derecha que la izquierda no quiere. El auge de esta fuerza tiene mucho que ver con el hartazgo de la ciudadanía que el bipartidismo alimentó hasta la saturación.