¿Quién gana? ¿Quién pierde?

Llevo días haciéndome estas dos preguntas. Las posibles respuestas revolotean por mi cabeza. Y la verdad es que ninguna me satisface porque el mundo de la política de elección está confuso, revuelto y en una situación que por el momento, por lo menos en el tiempo presente del miércoles cuando escribo mi artículo, se mueve en un atolladero en el que es muy difícil de encontrar la salida. Tal y como ocurre en ese famoso callejón que existe en Santiago al que se le conoce como: ¡Sal si puedes!
Los últimos días, sobre todo el fin de semana, han estado cargados de esos minutos de gloria televisiva que bien se podrían definir cómo: “Y yo más”. Han sido largas jornadas de envites políticos al modo de los jugadores de póquer cubierto. Las cartas en la mano, y en las palabras y el rostro gestos para que no se descubriera el farol –jugada muy peligrosa– porque de eso se trataba a la hora de presentar propuestas a cara descubierta –Podemos, por ejemplo– para descolocar al adversario –PSOE–ayudándole a formar un gobierno en el que el repartidor de cartas –Pablo Iglesias– se quedaba con la mejor parte como se recuerda en el refrán tan socorrido por todo el mundo. 
Mientras tanto los otros dos componentes de la mesa de juego –PP y Ciudadanos– empleando unas tácticas distintas, nada habituales en una partida de estas características. Mariano Rajoy, como en él es habitual, dejando que los temas reposen y que por sí solos encuentren solución. El envite para no aceptar la investidura dejó un tanto descolocados a  los otros integrantes de la partida. Como si de un farol se tratase. No se sabe si lo que perseguía era ganar tiempo o hacer que los demás pongan sus cartas encima de la mesa y ver quién tiene la mejor de las jugadas. La suya, por las cartas con las que juega, estaba más que marcada: 123 diputados (uno en el grupo Mixto). Por su parte, Albert Rivera se encuentra en el medio del juego cuando por arriba te pueden presentar una escalera al rey y por abajo un trío, y tú con dobles parejas la jugada más dañina en el póquer
Yo creo que al final todos van a perder. Y los que más, los españoles en caso de que las soluciones o acuerdos pactados entre las distintas fuerzas miren más al minuto de gloria y del postureo –como se dice ahora en el argot de los tertulianos– que al futuro de una nación que en los últimos cuatro años tuvo que superar serios problemas económicos y de liquidez y donde el paro, pese a esos gráficos ciclotímicos, mantiene una de las tasas más elevadas de la Unión Europea y hace que varios millones de españoles estén atrapados en sus tupidas redes de las que es muy difícil escapar. 
Les pido, señores políticos, que no sigan con esa partida. Hacerlo sería tremendamente peligroso para todos. Es el momento de la verdad. De esa verdad en la que la unidad de España no puede estar sobre el tapete verde del juego.

¿Quién gana? ¿Quién pierde?

Te puede interesar