El episodio de altos índices de trihalometanos que provocó la restricción del consumo de agua en la ría de Ferrol a mediados de julio y la alerta, desde mayo, en el embalse de As Forcadas por proliferación de microalgas han sembrado de dudas el proceso por el cual llega hasta los grifos el agua potable. La Empresa Mixta de Aguas de Ferrol, participada al 49% por Urbaser y al 51% por el Concello, quiere disipar cualquier desconfianza respecto a la calidad del torrente que llega a su estación potabilizadora en Catabois desde Valdoviño y al tratamiento de limpieza y desinfección al que se somete antes de salir hacia los depósitos y, de allí, a casas y empresas de cinco ayuntamientos. Por eso ayer recibía en sus instalaciones a distintos concejales de la ciudad y en breve lo hará también con los alcaldes y ediles de los otros municipios a los que surten (Narón, Fene, Ares y Mugardos).
Los ediles de Servizos y de Participación Cidadá, Bruno Díaz y Álvaro Montes, junto con los dos del BNG (Iván Rivas y Eva Espiñeira) y el popular José Tomé (Ana Rodríguez, de Ciudadanos, tuvo un imprevisto) siguieron las explicaciones del gerente de Emafesa, Alejandro Pisa, y del director técnico de la explotación, Ildefonso Domínguez, y preguntaron por los sistemas alternativos al cloro para la potabilización, los análisis a los que se somete el agua, el estado de As Forcadas o la inexistencia de una red de emergencia a la que recurrir ante cortes en el consumo.
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El camino del agua de Ferrol empieza en el embalse de As Forcadas, construido a principios de los años 60. En la actualidad, y pese al estado de prealerta por sequía en la cuenca hidrográfica Galicia-Costa, está al 88% de su capacidad (de 9,89 hectómetros cúbicos) y ha mantenido unos niveles por encima del 60% en los últimos años, a excepción de un período de especial calor y sequía en 2003, donde se llegó a bajar del 50%. Los datos de ayer, que se podían ver en la propia sala de control de la ETAP a través de su sistema automatizado, indicaban una calidad “excelente” del agua que salía de la presa, según explicaba Ildefonso Domínguez, atendiendo a su temperatura, el PH y el nivel de turbidez. Las cuatro tomas del embalse se sitúan en dos niveles diferentes, a varios metros de profundidad, en una zona que, según las últimas comprobaciones, no alcanza todavía la luz solar y está por ello más protegida de la proliferación de microalgas que supone, en la actualidad, la principal preocupación.
Según las explicaciones de Alejandro Pisa el episodio de aumento de cianobacterias es común y se corresponde con un período climático con temperaturas más altas y mayor presencia de nutrientes en el agua. En la actualidad, de los 16 embalses gallegos en los que se hace seguimiento de estos microorganismos, están en estado de alerta el de Rosadoiro (en Arteixo) y el de As Forcadas. Esta catalogación hace que se intensifiquen los controles para vigilar la evolución hacia las microcistinas, que sí conllevan toxicidad. Cuando superan la concentración establecida por Sanidade, y esto ya sucede en As Forcadas, según los análisis que realiza Augas de Galicia, se toman medidas especiales de prevención, como la aplicación de carbono activo en el tratamiento del agua, que “aumenta la capacidad de absorción de materia en el agua bruta”, o la realización de análisis diarios a la salida de la ETAP para asegurarse del correcto funcionamiento del proceso de desinfección. Aunque Ildefonso Domínguez insiste en que el tratamiento que se da en Catabois es el adecuado para atajar cualquier problema con las microcistinas, sí llama la atención sobre la necesidad de “controlar el agua en su origen”. Por eso, “demandamos que haya un plan de lucha contra los vertidos” y menciona explotaciones agropecuarias, industrias lácteas o núcleos de población aguas arriba de As Forcadas que pueden contribuir a incrementar la materia orgánica del embalse.
La mayoría de los análisis del proceso de potabilización se realizan en la propia ETAP, cuyo laboratorio cumplimenta entre 1.500 y 1.600 estudios al año y solo los más específicos (como el de los trihalometanos o los de las microcistinas) se envían a laboratorios externos.
El agua que llega a Catabois (tras 17 kilómetros y tres horas de recorrido) se mezcla en primer lugar con dióxido de cloro (cloro gas hasta que sucedió el episodio de los trihalometanos, que hizo que se pusiera en marcha un reactor especial con dióxido de cloro que se habilitó en 2011). Después de esta desinfección se aplica policloruro de aluminio, que favorece la coagulación y la posterior decantación y filtración en sucesivas balsas que aceleran un proceso natural que realiza, por ejemplo, la propia tierra con el agua de lluvia. Todavía puede realizarse una cloración a la salida de este circuito para garantizar que se cumplen los niveles que exige la ley y que se llegue a los puntos más alejados de la estación (como San Felipe) con garantías. De hecho, en el depósito de A Bailadora hay instalada una planta de recloración con este objetivo.
El agua sale de la ETAP después de más de tres horas de tratamiento y va hacia A Bailadora para llegar a la zona rural; hasta los depósitos de O Sino Alto y Baixo que abastecen a Caranza, Ensances, Recimil, A Magdalena Ferrol Vello, Arsenal y Autoridad Portuaria; y a Catabois, de donde corre el agua para Narón, Fene, Ares y Mugardos, así como para San Xoán, San Pablo, Canido y Serantes. Son 360 kilómetros de tuberías para abastecer a una población estimada de 150.000 personas.
En Ferrol, Emafesa tiene 37.000 abonados. La ciudad consume aproximadamente 24.000 metros cúbicos al día (incluye Navantia, Autoridad Portuaria y Armada desde el año 2003). Son más de la mitad de los 43.000 metros cúbicos que se tratan en Catabois (el resto va para los demás ayuntamientos y para el polígono de Río do Pozo), aunque la capacidad máxima está en los 90.000.