M.L.F.
Ferrol
Cuando uno sobrepasa los dos metros y veinticinco centímetros, el baloncesto puede acabar erróneamente convertido en un monótono intento por hacerle llegar balones lo más cerca posible del aro para que, ahí, aprovechando la generosidad de la madre naturaleza, se imponga la selección natural y sin gran esfuerzo convierta cada asistencia en dos puntos. No es un mal plan para destacar entre el resto de coetáneos en las categorías de base, tampoco para competir en campeonatos de segundo orden... Pero cuando a lo que aspira uno es a triunfar en ligas competitivas, enfrentándose con jugadores limitados verticalmente pero que lo superan en agilidad, desplazamiento y destreza, ahí las cosas cambian y la estrategia se queda corta. En ese punto se encontraba Samuel Deguara (Malta, 21 de junio de 1991) cuando hace dos semanas llegó a Ferrol.
Desde que con trece años y rozando los dos metros su padre le aconsejó abandonar su carrera como portero de fútbol para centrarse en el baloncesto, su descomunal altura le ha abierto muchas puertas. Sin embargo, ni los centímetros que atesora ni otras cualidades impropias de pivots de su envergadura, como su proporcionalidad o coordinación de movimientos, ni siquiera su capacidad de trabajo, le han permitido todavía tocar los resortes necesarios para consolidarse entre los grandes.
Las puertas se abren y se cierran precipitadamente a su alrededor. Así sucedió cuando con 16 años firmó un contrato de larga duración con la Benetton de Treviso que, finalmente, se quedó en solo dos campañas. No fue capaz de despuntar en la cantera de la formación transalpina y ello lo llevó a probar en varios conjuntos italianos sin demasiada fortuna antes de regresar a Malta. Sus promedios en la liga de su país y su actuación con la selección nacional en el Europeo para países de segundo orden que el año pasado se celebró en Gibraltar hicieron sonar de nuevo su nombre. Varias escuadras europeas de primer nivel preguntaron por él, pero ninguna concretó ese interés.
El pasado diciembre, el Fuenlabrada, viendo su potencial, le dio la oportunidad que buscaba de introducirse en el baloncesto español y lo envió a “foguearse” en su filial, el Viten Getafe, de la liga Adecco Plata. Samuel Deguara llegó a un equipo totalmente formado, con su maquinaria en marcha, en plena lucha por acceder a los play-off y en cuyos esquemas no tenía demasiada cabida. Ni los getafenses se podían permitir modificar su juego para sacarle mayor partido, ni él estaba dispuesto a languidecer en busca de unos minutos que no acababan de llegar –jugó solo 25 en cinco partidos–. n
Y así surgió la posibilidad de recalar en Ferrol. La Sidrería ya se había interesado por él en el verano, pero su limitado presupuesto impidió entonces su fichaje. Ahora, sin embargo, ambas partes llegaron a un acuerdo satisfactorio. “Le dije que si quería triunfar no se podía limitar a hacer lo que estaba haciendo hasta ahora, tenía que aprender a jugar como un pívot de dos metros”, explica el técnico Félix Bañobre, que con este argumento no tardó en convencer a Deguara de que, por las características del proyecto de la entidad departamental –con su manifiesta apuesta por la formación más allá de los resultados–, la opción del Ferrol CB era la que más le convenía. Aquí podrían prestarle una atención y proporcionarle un marco de trabajo en el que realmente prosperar y mejorar a nivel técnico y táctico.
Rendimiento
Su debut ante el Narón fue fulgurante: 17 puntos, otros tantos rebotes, dos tapones, tres asistencias y siete faltas recibidas en poco más de 25 minutos lo convirtieron en el jugador más valorado de la semana. Sus siguientes actuaciones no han resultado tan brillantes, pero en el cuadro departamental están encantados con él. “Nadie se imagina lo que trabaja. Es muy profesional e inteligente. Es un jugador muy coordinado y proporcionado para su altura y, además, tiene buena mano”, explica Félix Bañobre quien, sinceramente, cree que tiene mucho margen de mejora y que su paso por La Sidrería va a ser muy beneficioso tanto para el pívot maltés como para el equipo.
“Un jugador así siempre condiciona el juego. Nosotros ya teníamos a Obi, que también es muy alto, así que en ese sentido se adapta bien. Pero yo lo que no quiero es que sus características físicas condicionen al resto de jugadores y cambien la evolución que estaba teniendo el equipo”, insiste el preparador.
Los ferrolanos se la juegan esta semana. Ante el Estudiantes Lugo, en A Malata, dirimirán uno de los partidos más importantes de la campaña con la permanencia como principal aliciente del envite.