Tal como venimos presentando en las más de ciento ochenta biografías que llevamos escritas en Diario de Ferrol, a lo largo de su historia nuestra ciudad ha sido el lugar de nacimiento o de trabajo de diversos hombres y mujeres que destacaron en diversas actividades de carácter local y popular. Como ya se ha escrito, muchas de estas personas son las protagonistas de la historia más íntima y humana de la urbe, constituyendo un interesante patrimonio inmaterial.
Varios de estos personajes fueron conocidos por sus nombres, más o menos ortodoxos, como Nandito, Grandal, Fabián o Piñón. Otros en cambio fueron llamados por sus motes o apodos, explicativos de su apariencia o comportamiento, como Cara de risa, A Champana, Pandilla, Vello Melenas o Tufitos, incluso mezclando el nombre y el apodo, como Dieguito Cabezón. Algunas de estas personas son protagonistas de la intrahistoria de Ferrol que fue narrada por Siro López en su obra “Xente na brétema”, siendo conocidos de esta forma por los vecinos de la ciudad. Dos de estos populares personajes ferrolanos, de los que trataremos a continuación, fueron Prósper y Cucullo.
El maestro de primera de Maestranza de la Armada destinado en la Base Naval de la Graña, Bernardino Pérez González, más conocido con el sobrenombre de Prósper, fue una persona muy popular dentro de los ambientes artísticos de la ciudad, donde dejó una amplia estela de simpatía. Según apunta uno de sus biógrafos, Germán Castro, el nombre de Prósper pudo ser un alias tomado de un payaso que a finales del siglo XIX trabajaba en una compañía teatral que actuaba en el desaparecido Teatro-Circo.
Hombre de gran ingenio y reconocida simpatía, con un punto de gamberro y burlón, durante muchos años su ámbito de actuación fue tanto el Teatro Jofre como la propia calle. En las festividades del Carnaval ferrolano Prósper recorría la ciudad, escoltado por sus múltiples seguidores, interpretando cuplés políticos de mucha enjundia. En el Teatro Jofre actuó en revistas cómicas como “El cinematógrafo” y “El ministro en Ferrol”.
Entre sus conocidas anécdotas se encuentra la narrada por Siro López acerca de su burlona actuación en el Teatro Jofre, estrenando la pieza “La agonía de un cabo” como único intérprete. Durante la representación, Prósper, saliendo de un lateral del escenario, sacó un pequeño cabo de vela, lo colocó sobre una reducida mesa y lo encendió, esperando a que se apagase entre el estupor y las carcajadas del público.
En otra ocasión se disfrazó de astrónomo y se plantó en la plaza de Amboage con un llamativo catalejo con motivo del presunto paso del cometa Halley, cobrando una moneda de cinco céntimos (el conocido como patacón en aquellos años) a los que querían ver el cometa. Incontables personas se acercaron a mirar por el catalejo, y al quejarse alguno que no se veía nada, Prósper respondía: “Y por un patacón, qué querías ver?”. Entre los escritores ferrolanos tanto Germán Castro como Siro López narran diversos detalles sobre la obra del ingenioso humorista, fallecido en febrero de 1931 a la edad de 64 años.
Gozó igualmente de una gran popularidad en Ferrol otro personaje conocido como Cucullo, en este caso no tratándose de un mote sino que era realmente su primer apellido. Era nieto de Joaquín Jofre Maristany, el mecenas natural de la ciudad que gracias a la fortuna forjada durante su época de emigrante en Argentina, a partir del año 1890 prácticamente se hizo cargo de los gastos generados por la construcción del Teatro Jofre. Precisamente Cucullo tenía su asiento de honor reservado de por vida en todas las funciones celebradas en el citado teatro.
Juan Cucullo Jofre, hijo de familia adinerada y numerosa, con su madre muerta durante el parto, podría ser lo que hoy se considera un niño mimado. No era un hombre aparatoso, pero tampoco estaba totalmente cuerdo; vestía con cierta elegancia y vivía de sus rentas, sin que precisase la ayuda de nadie para su subsistencia, llegando a tener cierta consideración por parte de las personas que lo conocían.
Acompañado desde niño por su aya, tanto ella como sus numerosos hermanos siempre satisfacían la más pequeña de sus peticiones y sus necesidades.
Según escribe Vicente Araguas, su apellido fue la causa de que se acuñase en Ferrol la palabra “cucuio” para designar a un niño mimado y “encucuiar” para la acción de mimarlos. Uno de los caprichos más conocidos de Juan Cucullo fue la compra de una enorme y fresca merluza, atándole una cadena en la cola para pasearla por la calle Real entre el asombro de todos los viandantes.
Durante algún tiempo Juan Cucullo vivió en la llamada Casa Jofre, un bonito edificio construido en la esquina de la calle San Diego y Real, una monumental obra premodernista del arquitecto Manuel de la Riva, recientemente rehabilitada. Posteriormente se trasladó a una casa de la calle Mendez Núñez, una vivienda medianera con la iglesia de Dolores, pasando muchas horas sentado en un banco de la plaza de Amboage. Aunque Juan Cucullo nunca se casó, se escribe que tuvo varias novias, entre ellas Lola, conocida por Taconatá, que estuvo durante algún tiempo alojada en el desván de su vivienda. Entre los escritores ferrolanos tanto Siro López como Vicente Araguas han escrito sobre este curioso personaje ferrolano.
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