Los días grandes de la Semana Santa ferrolana se han visto empañados por la reducción de procesiones. Así, ayer, si bien pudo celebrarse la de La Caridad y el Silencio, esta tuvo que acortar su recorrido ante la amenaza de lluvia. No visitó la concatedral para hacer entrega del donativo al Hospital de Caridad.
La procesión recorrió el paseo Pablo Iglesias, Carmen, Real, Tierra, Cantón y regresó al Santuario de las Angustias, donde se entregó la arqueta de limosnas al Santo Hospital de Caridad.
Las esperanzas están puestas ahora en el Santo Encuentro de Resurrección, que recupera su espacio original, en la plaza de la Constitución, de donde se alejó el año pasado como consecuencia de las obras en la zona.
La salida de ayer de la Cruz Sudario y la Virgen de la Caridad y el Silencio sirvió al menos para quitar el mal sabor de boca de la jornada del Viernes Santo, cuando la suspensión del Santo Encuentro hacía presagiar ya un día gris tanto desde el punto de vista meteorológico como de los fieles y cofrades que esperaban con ansiedad esta jornada, la que acumula más procesiones de toda la Semana Santa.
Llantos de cofrades, tristeza de músicos y bastantes quejas de los que esperaban este desfile procesional, que tenía como novedad la celebración en la plaza de Amboage, ya que la lluvia no parecía persistente.
Por la tarde, sin embargo, la situación fue más clara y se suspendieron las procesiones del Traslado, de Dolores; la Estación de Penitencia, de la Orden Tercera y Os Caladiños. Esta última, pese a no salir a la calle, contó con un emotivo acto a las puertas de la concatedral de San Julián. El proyecto vocal “Concerto Tempo” cantó a la Virgen de Dolores y, además, se entonó también el Salve Regina.
De este modo, en la jornada del viernes, solo se pudieron ver en las calles y con breve recorrido los pasos del Crucificado –que dio una vuelta a Amboage– y del Santo entierro, que procesionó con un mermado itinerario.
Pero ayer, la procesión no fue el único acto religioso del día. Así, se pudo visitar a la Virgen de la Caridad durante toda la jornada en el propio Santuario, ya que se celebraba la recogida de limosna en la arqueta del Hospital de Caridad para obtener fondos para el Refugio Pardo de Atín. Cada donativo se cambiaba por una flor de las que lucieron en los tronos durante estas jornadas de Semana Santa.
Los beneficios obtenidos el pasado año permitieron cenar, dormir y desayunar a 545 personas y facilitaron 13.201 estancias en el refugio.
Ayer, el goteo de personas que acudieron a cumplir con esta tradición fue continuo antes de la hora de salida de la procesión.
Además, este año se cumplieron sesenta desde la primera salida procesional de la Virgen de la Caridad y el Silencio y de la arqueta de ayudas.
De este modo, como recoge en un estudio la historiadora Ana Martín, el Sábado Santo de 1956 “dos largas filas de 400 penitentes con hachones eléctricos de tenue luz azulada, vestían hábitos negros con capas azules, del color de la noche. Por el centro caminaban 500 mujeres enlutadas, en líneas de cinco, unidas por cordones de oración, rezando los misterios dolorosos del Rosario. Una arqueta de madera portada por dos cofrades hacía su aparición”.
Esta urna, que hoy continúa con la tradición, recogía ya limosnas para el mantenimiento de la labor del viejo Hospital de Caridad.
La diferencia radica hoy en día en el lugar en el que se deposita la arqueta que sale en procesión. En 1956 se trasladaba a las puertas de la capilla de la calle del Hospital.
El recorrido actual incluye la visita a San Julián, donde se hace entrega del contenido de la arqueta al Cabildo del Santo Hospital de Caridad. Ayer, sin embargo, la entrega se hizo en el santuario, al haber acortado el recorrido.