Confiesa que el proyecto ha superado todas sus expectativas porque, entre otras cosas, nació sin ninguna otra pretensión que la de contribuir a la puesta en valor de una ciudad, Ferrol, a la que no le viene nada mal recibir soplos de positividad como los que emanan de “Puerto Chocolate”.
La poliédrica iniciativa de Valentín Lamas, que une literatura, pintura y objetos materiales en torno a la historia protagonizada por la tribu de los Okonawa, sigue suscitando el interés del público.
Tanto es así, que la exposición “La playa de los niños” –la segunda parte de la organizada a finales de 2018 y que supuso el pistoletazo de salida a esta creativa idea del arquitecto, profesor y pintor ferrolano– amplía hasta el 15 de febrero su estancia en la sala Carlos III del Museo de la Construcción Naval.
Al igual que ocurrió a finales de 2018 con la primera exposición de su proyecto “Puerto Chocolate”, esta segunda parte, denominada “La playa de los niños” está encontrando también el respaldo del público. ¿Dónde cree que está la clave del éxito?
Yo creo que se debe a que quizás he tocado un sentimiento que no es mío, sino que lo tiene la mayor parte de la ciudad, un sentimiento de orgullo ferrolano y de aspirar a luchar por el futuro; y al haberlo metido dentro de un cuento y poder llegar con él a los más pequeños, creo que también se han enganchado sus padres y abuelos. Además, al ser una exposición que tiene parte de literatura, parte de plástica y objetos, pues todo unido quizás ha hecho que pudiera conectar con todas las edades y con un sentimiento común, que es el amor por esta comarca.
Su proyecto no concluirá con esta exposición, sino que, como ya avanzó en su momento, tiene en mente una tercera. ¿Qué nos puede adelantar de la misma?
Esta es la segunda exposición de cuadros de los personajes del mismo libro, “Tim en Puerto Chocolate”, centrada en este caso en el primer capítulo. Me queda por hacer una tercera y última y ahí acabaré con la aventura de Ferrol, donde pondré los personajes de interés que me apetece pintar de este cuento. También estoy pensando en hacer un mural muy grande donde salga todo el pueblo de Ferrol justo en el momento previo a la batalla contra los piratas grises, la batalla final donde gana Ferrol. Ese mural será una de las novedades de la tercera y última exposición. Quiero hacerla este año, para poder cerrar e incluso catalogar la obra, para que queden registrados todos los cuadros con la técnica, las dimensiones, etc., y eso es un poco lo que tengo ahora para 2020.
¿Puede avanzar alguna fecha?
Como mínimo va a ser en un año. Aún no hay fecha fija, pero estará entre un año mínimo y dos años máximo. Porque mi idea es seguir, a lo largo de los años, con la realización de otros dos cuentos sobre A Coruña, que es mi ciudad adoptiva, y el definitivo sobre Galicia; ambos protagonizados por los mismos personajes, por Tim y sus amigos. Así que tengo trabajo para unos añitos.
La historia de Tim y la tribu de los Okonawa en “Puerto Chocolate” ha calado también con fuerza en centros educativos de la zona; incluso alguno se ha inspirado en su obra para llevar a cabo actividades en las aulas. ¿Cómo valora esta acogida?
A raíz del proyecto me han ido surgiendo una serie de actividades como visitas a colegios, usando el cuento para motivar a los estudiantes al estudio y a pelear por el futuro. Yo no me dedico a esto, no es mi forma de vida, es una cosa que me ha salido de dentro, por eso lo hago con energía y es un placer, pero no me dedico a ello profesionalmente. Y entonces, realmente, donde encuentras satisfacciones es en cosas como estas. Me llamaron colegios como el Mercedarias, Cristo Rey..., me nombraron padrino en el IES Sofía Casanova de fin de curso, me llamó el Pantín Classic...; estuve en muchos sitios que no contaba por el hecho de haber hecho este proyecto. La mayor recompensa y lo que me agrada mucho es ver que niños, en los planes formativos de sus colegios, usan “Puerto Chocolate” como una herramienta más para transmitir los valores o las ideas que están un poco camufladas en el argumento del cuento.
Una de esas ideas tiene mucho que ver con la puesta en valor de la propia ciudad y comarca, con el fin de inyectar dosis de optimismo.
Esa era una de las intenciones. Escuchamos muchas veces hablar mal, o no muy bien, de la comarca, que creo que es algo que pasa en todas partes; creo que siempre tendemos a valorar lo que está lejano. Pero al margen de eso, quería ponerla en valor para que los niños se den cuenta de que viven en una ciudad singular en la historia de España y en un lugar que, por su propia génesis, por lo menos es diferente y con una dosis de fantasía propia de una fábula. Ensalzar lo mejor y atar todo eso con un argumento que tuviera que ver no solo con cómo es la comarca, más bonita o más fea, sino con lo que son los valores si queremos salir adelante, que básicamente es soñarlo, que es el argumento; trabajar, que es lo que hicieron los niños en su aventura por la ría; y los momentos difíciles en la batalla final que presentaré en la tercera exposición, ser valientes. Con estas tres cosas, soñar, trabajar y ser valientes, es con lo que generalmente en la vida se suelen conseguir los grandes retos y eso es lo que metí en el argumento y estoy intentando grafiarlo y catalogarlo en algo que espero quede en la memoria colectiva de la ciudad. l