Científicos del Museo de Historia Natural de Senckenberg, en Fráncfort, y la Universidad de Potsdam, ambos en Alemania, han estudiado el material genético de la extinta tortuga gigante “Chelonoidis alburyorum”, la tortuga de Bahamas. Entre los hallazgos, descritos en un artículo publicado en “Proceedings B”, una revista de la Royal Society de Londres, hay pruebas de que estos animales se extinguieron debido a la actividad humana.
El equipo internacional consiguió obtener una secuencia de ADN completa de estos animales tropicales. El material genético también reveló que la Tortuga de Bahamas estaba estrechamente relacionada con las tortugas de Galápagos y la tortuga de Chaco de América del Sur.
Aproximadamente hace mil años, la tortuga gigante “Chelonoidis alburyorum” todavía tenía su hogar en las Bahamas, pero eso cambió poco después de que las islas fueran colonizadas por los humanos. “Hoy en día, solo podemos encontrar restos fósiles de esta tortuga, que alcanzó una longitud de aproximadamente medio metro”, dice el profesor Uwe Fritz, director de las Colecciones de Historia Natural de Senckenberg en Dresden.
Sorprendentemente, los parientes más cercanos de estas tortugas terrestres y dos especies sudamericanas adicionales están en África, como lo demuestran los resultados del estudio. Esto indica que en el transcurso de la historia geológica, el grupo de tortugas examinado debe haberse extendido por los océanos varias veces, por ejemplo viajando de África a América del Sur y desde allí a las Islas Galápagos y las Bahamas.
agujeros azules
Utilizando métodos de laboratorio altamente especializados, el equipo internacional, dirigido por el científico de Dresde y profesor de la Universidad de Potsdam Michael Hofreiter, logró obtener datos genéticos –un genoma mitocondrial casi completo– de un húmero de mil años de antigüedad de esta tortuga gigante y compararlo con especies modernas. Esto fue posible gracias al ADN relativamente bien conservado, que es inusual para los trópicos. “Los fósiles que examinamos procedían de los llamados agujeros azules, que son agujeros kársticos llenos de agua de mar que aparentemente permiten un nivel relativamente alto de preservación del ADN”, explica Hofreiter. Esto abre nuevas posibilidades para examinar el ADN de animales tropicales extintos.