El Museo Nacional de Escocia expone desde ayer una piedra de la Gran Pirámide de Giza, la última de las siete maravillas del mundo antiguo, que ha desatado los recelos de Egipto acerca de si su obtención, a finales del siglo XIX, fue lícita.
La pieza es la única de su tipo que por primera vez se puede contemplar fuera de Egipto en la muestra “El antiguo Egipto redescubierto”, que abrió ayer al público, como parte de una renovación de más de 90 millones de euros para crear tres galerías dedicadas al país de los faraones, el este asiático y la cerámica.
El hecho de que las autoridades egipcias desconocieran que la piedra se encontraba en Escocia levantó los recelos del ministerio de Antigüedades de Egipto, que en los últimos años ha conseguido repatriar diversos objetos expoliados y retenidos por todo el mundo.
Según confirmó el museo escocés, el Gobierno egipcio solicitó toda la documentación que probase la autenticidad y pertenencia del bloque, después de que la institución anunciase que iba a sacarlo a la luz.
“Recibimos una comunicación de la Embajada de Egipto solicitando detalles de su procedencia. Respondimos proporcionándoles toda la información relevante al respecto”, afirmó John Giblin, conservador de Culturas del Mundo en el Museo Nacional escocés.
Entre estos documentos, precisó, están los informes que documentan cómo la piedra llegó a Escocia en 1872 e “indican que el trabajo se llevó a cabo con el permiso del virrey de Egipto y con la asistencia del Servicio de Antigüedades de Egipto”.
La pieza de la discordia es una piedra caliza de color blanco de entre el 2589 y el 2566 antes de Cristo, que mide 54,6 centímetros de altura y 68,5 de anchura, pesa 298 kilogramos y conformó el revestimiento de la pirámide de Giza, la mayor de Egipto, con casi 150 metros de altura, como la mandó construir el faraón Keops.
Un experto consultado para conocer más sobre la piedra destacó que si bien “la presencia” de la piedra en Escocia “está completamente documentada”, el hecho de que nunca antes se haya exhibido explica que el Gobierno de Egipto “no parecía tener conocimiento de su localización en Escocia”.
Desde el museo sostuvieron que la razón por la que no se mostró públicamente antes es que su colección cuenta de más de doce millones de objetos “y solo una pequeña proporción de ellos está en exposición”.
Giblin reivindicó asimismo la autenticidad de este objeto único al explicar que fue descubierto en 1872 “entre los escombros al pie de la Gran Pirámide y está hecha de la misma piedra caliza de Tura que otras piedras de revestimiento, algunas de las cuales aún se encuentran en la Gran Pirámide”.
“Además, su cara inclinada tiene el mismo grado de ángulo que el resto de la Gran Pirámide, por lo que estamos muy seguros de que esta es una de las piedras de la cubierta original”, destacó.
El bloque en cuestión fue descubierto por un ingeniero británico, Waynman Dixon, que trabajaba para Charles Piazzi Smyth, el astrónomo real de Escocia, quien dirigió el primer estudio sobre la
Gran Pirámide con permiso de las autoridades egipcias, y después trasladó la piedra a Edimburgo y la expuso en su casa durante un tiempo.