Es bien conocido de todos que Galicia tiene una proyección humana en prácticamente todo el mundo, pero muy especialmente en el continente americano, sobre todo en los países de habla hispana; por tal razón, al margen de los gobiernos que en cada momento existan en esas naciones, la relación humana es imposible que se deshaga. Además, los recuerdos y sentimientos son mutuos y recíprocos: los gallegos y sus descendientes que allí residen trabajan también para que ese nexo de unión afectiva no se extinga. Un buen ejemplo de esto puede ser la calle de Ferrol de la que hoy vamos a tratar.
El año 1960, el Centro Gallego de Buenos Aires solicitó al Ayuntamiento de Ferrol que se dedicara una calle a su país, con motivo de celebrarse el ciento cincuenta aniversario de su independencia. La comisión de cultura municipal así lo propuso al pleno, que en su sesión de día 20 de mayo del aquel año, aprobó por unanimidad la propuesta. En el acta de la sesión, se decía (entre otras cosas): “Con motivo del ciento cincuenta aniversario de uno de los hechos históricos más trascendentales de la Nación Argentina (Gesta del 25 de Mayo de 1810) como acto de agradecimiento por parte de los gallegos en la referida Nación, el Excmo. Ayuntamiento, por unanimidad, haciendo suya la petición de nuestros paisanos y deseando al mismo tiempo expresar a la gran Nación Argentina sus sentimientos de amor y solidaridad entre pueblos hermanos el español y el argentino, de la misma estirpe, acuerda, con ocasión del próximo aniversario de la independencia de éste, designar con el nombre de República Argentina a la calle Siete del Ensanche.” Era Alcalde de la ciudad, por aquellas fechas, don José M. López Ramón, y el profesor don Manuel Pérez de Arévalo Teniente de Alcalde.
Ahora que ya conocemos el motivo y el momento en que se asignó el nombre de República Argentina a una vía urbana de Ferrol, vamos a realizar un rápido recorrido por ella; comienza en la acera sur (derecha saliendo de la ciudad) de la Carretera de Castilla –entre el Inferniño y Fajardo- y siguiendo una dirección noroeste-sureste, corta la calle Venezuela, más adelante la Nueva de Caranza, luego la calle Ponzos y termina en la de Adolfo Ros, ya en Trincheras. Es casi una recta de unos trescientos metros. Hoy es una calle muy viva, de intensa actividad en una zona con atractivos sobrados para visitarla con frecuencia, la zona de Ultramar, donde confluyen las calles dedicadas a naciones hermanas: Venezuela, Argentina, México, Uruguay... que – espero– iremos visitando en breve.
Para finalizar este trabajo procede hablar ahora de Argentina, labor que se me antoja en principio fácil por lo mucho que se puede decir de ese gran país de más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados de superficie, es decir, más de cinco veces España, y, lógicamente, de una enorme variedad – desde el punto de vista geográfico– desde las llanuras del este a la cordillera de Los Andes al oeste, donde podemos encontrar sierras que rebasan los cinco mil metros. Zonas o regiones como La Pampa (planicie de mayor extensión que España entera), Patagonia, son términos que producen impresión sólo con oírlas, y para los marinos la Tierra del Fuego, el estrecho de Magallanes, de cuyo descubrimiento se celebrará el quinto centenario dentro de pocos años, descubrimiento que forma parte de una de las expediciones marítimas más importantes de la historia. Argentina es, obviamente, un campo ilimitado para su estudio y admiración, pero éste no es el lugar para hacerlo.
Al principio del artículo aparece una fecha que en realidad es el germen de todo lo aquí narrado: 1810, año de su independencia. Antes de esa fecha, son muy interesantes –relacionados con España- la expedición de Solís, que en 1516 descubrió el Río de la Plata, o la de Pedro de Mendoza, veinte años más tarde, y otras más, exitosas unas y otras no. Pero llegado el siglo XIX, España – en la primera década de ese siglo- no sólo sufrió momentos tan difíciles como el combate naval del Cabo de Trafalgar en 1805, o la invasión de los franceses tres años más tarde, sino que las colonias de América del Sur vieron llegado el momento de su independencia.
Naturalmente un hecho de tan capital importancia no surgió por generación espontánea, sino que hubo unos preparativos de muy diversa orden que no podemos reproducir aquí, pero que están recogidos en los libros de historia. Pero si es cierto –y creo que sí lo es- que no hay conquista sin víctimas, la conquista de la independencia de Argentina no sólo en el momento de producirse, sino también considerando los años anteriores, tuvo que producir alguna; pues bien, en cuanto a la parte española se refiere, mi recuerdo va siempre para un oficial de la Armada, aunque de origen francés, Santiago Liniers, enviado a aquellas tierras entonces colonias españolas, donde llegó a ocupar los más altos puestos – Virrey- que fue siempre modelo de integridad y competencia, especialmente cuando defendió Buenos Aires de los ataques ingleses. No pudo regresar al continente europeo: murió fusilado en 1810. Tampoco para la nueva nación resultó una plácida época todos los años siguientes hasta final del siglo; si nos fijamos en el número de presidentes y la suerte que corrieron algunos, lo comprobaremos; por ejemplo, Domingo F. Sarmiento: periodista, escritor, profesor, etc., tuvo que huir de su país en más de una ocasión, y tiempo más tarde – 1868- sería presidente de la nación. Pero si lo nombro a él, es en su faceta de escritor; de su abundante e interesante producción literaria, para mí, hay una obra –la titulada “Facundo”– de la que no pienso desprenderme. No es exactamente una novela, sino un ensayo sociológico de la figura tan atractiva del “gaucho” de la Pampa, pero un gaucho muy distinto al que presenta otro escritor argentino, el poeta José Hernández en su famosa obra “Martín Fierro”. El principio de la obra de Sarmiento es así: “El continente americano termina al Sur en una punta en cuya extremidad se forma el Estrecho de Magallanes.”.
En fin, dejemos a la Argentina del siglo XIX y despidámonos de ese gran país- en todos los sentidos- que, si bien ha pasado por momentos negros, parece claro que está llamado a desempeñar un importante papel en el concierto mundial. Hoy, en cualquier campo de la vida que fijemos nuestra atención –literario, deportivo, artístico, etc.,- aparecen figuras de talla universal. No deja de ser significativo, tal vez más de lo que parece, que el único pontífice de la Iglesia Católica nacido en el continente americano, el actual Papa Francisco, sea argentino. En la Plaza 25 de Mayo (su nombre es bien elocuente), con sus importantes edificios (Catedral, Casa Rosada, etc.,) todos tenemos un sitio..