Casas artesanales de madera, óleos, cuadros con flores secas, infinidad de libros... la casa de la ferrolana María del Carmen Cabaleiro, Maca, es un pequeño catálogo de aficiones, de inquietudes, de vivencias. Rondando casi los setenta, su vitalidad desbordante todavía la obliga a encadenar proyecto tras proyecto –“nunca he podido estar parada”, confiesa–, a exprimir al máximo una vida polifacética y estrechamente ligada al deporte en general y al baloncesto y la gimnasia rítmica en particular.
Jugadora, entrenadora, árbitro, directiva y hasta mecenas, a Maca Cabaleiro se le han quedado pocas cosas en el tintero en las últimas décadas. La suya es una de esas historias que merece la pena ser contada y no solo porque sus méritos la hayan convertido en pionera en mucha de estas facetas, sino porque sirve para ponerle rostro –solo uno de los muchos– a una generación de mujeres que desafió los convencionalismos de la época y contribuyó a cimentar el deporte en la ciudad.
“Mujeres más limpias, niños más sanos, pueblos más alegres y casas más claras” así rezaba el ideario de la Sección Femenina en la España de Franco. Para lograrlo articuló una formación integral basada en valores cristianos, de sacrificio y sumisión a través del Servicio Social, un requisito de seis meses de duración indispensable para cualquier mujer que quisiese trabajar para el Estado, la empresa privada u obtener un título académico.
Maca Cabaleiro, la menor de cinco hermanos, ni rezumaba fervor religioso ni había sido educada para ser sumisa, pero fue precisamente el cumplimiento de ese trámite el que desató su idilio con el baloncesto. Como no le interesaban demasiado las clases de canastilla ni tampoco –al menos en ese momento– la danza, con 17 años acabó enrolada en el Medina, el club deportivo adscrito a la Sección Femenina y que en Ferrol contaba con un equipo de baloncesto.
El deporte de la canasta causaba furor en la ciudad desde la década de los cuarenta, abanderado por el Bazán. “Todo el mundo jugaba al basket”, recuerda Maca Cabaleiro de aquella época en la que, además del de la escuadra del astillero, había equipos adscritos al Concepción Arenal, La Salle... La década de los sesenta estaba acabando y con pioneras como Lolita –“una entrenadora excepcional y mi ejemplo a la hora de actuar. Ella invertía parte de lo que ganaba en el propio equipo”– o Mucha –probablemente una de las primeras ferrolanas convocadas por la selección nacional– al frente del equipo, Maca Cabaleiro vivió los mejores años de una escuadra “que tenía buena técnica, porque muchos de nuestros entrenadores –Quintanilla, Casal, Miranda...– habían aprendido de un americano, Ruzgis, que trabajaba en Bazán y los había formado a todos ellos”, pero que destacaba, sobre todo, “porque le echábamos mucho coraje. ¡Éramos de Ferrol!”. Con ella en sus filas, el Medina llegó a disputar la Primera Nacional, rivalizando con equipo punteros en España.
Pero más allá de lo deportivo, la experiencia humana fue lo que marcó a una joven Maca Cabaleiro que con el Medina viajó por toda Galicia y media España en un tiempo en el que la vida de las mujeres estaba muy mediatizada por las figuras masculinas que las rodeaban –padres, hermanos, maridos...–. “Mi madre fue de las personas que más me apoyó. Ella pensaba que esta vida había que vivirla y si me gustaba el baloncesto y podía hacerlo todo (estudiar), adelante”. Y ella no desaprovechó esa mente abierta de sus progenitores para, además de emprender una activa carrera deportiva, encaminar sus pasos profesionales también hacia el deporte. Así completó sus estudios de Educación Física y comenzó a dar clases. Durante casi cuarenta años, varias generaciones de alumnos de Mugardos, “La Filial” de Canido, Reyes Católicos –actual Cruceiro de Canido–, Virgen del Mar, Mercedarias... pasaron por sus aulas. Y es que la docencia ha sido, junto con el deporte, uno de los grandes motores de su vida.
Italia
Jugando con el Medina en Salamanca, Maca Cabaleiro conoció al que durante casi cuatro décadas fue su marido. Otro de esos guiños que el destino le ha jugado a la polifacética deportista a lo largo de su vida. “Dos ferrolanos que, por azar, se conocen en Salamanca... Vino a vernos a un partido, pasamos la tarde juntos con unos amigos y me lo quedé para siempre”, recuerda.
Manolo García Otero fue un excelente compañero de vida que siempre le prestó un apoyo incondicional en todas sus aventuras. Precisamente junto a él vivió una de las experiencias que mejor recuerdo le ha dejado de su etapa como jugadora: su paso por el Junior Club Roma. Dos años inolvidables que enriquecieron su mochila vital y la convirtieron en una de las primeras jugadoras gallegas –y probablemente españolas– en jugar de forma semiprofesional en el extranjero.
La morriña la devolvió a Ferrol y a su regreso uno de sus primeros objetivos fue recuperar la actividad de un Medina que en su ausencia había cesado en su actividad baloncestística. Maca Cabaleiro reunió a muchas de sus antiguas compañeras, que habían aparcado el deporte tras casarse, y recuperó a parte de las que habían sido sus alumnas y juntas saltaron de nuevo a las canchas. Fue una etapa breve – con la muerte de Franco el Medina desapareció–, apenas un trampolín hasta que encontró el apoyo de Juan Fernández y, sobre todo, Tomás Blanco para fundar un equipo femenino en el histórico OAR.
Aunque con el paso del tiempo Cabaleiro lo recuerda con cariño, no fueron años fáciles hasta que logró encauzar y consolidar un nuevo proyecto muy vinculado al instituto de Canido y que compitió bajo el nombre de San Rosendo, “porque el párroco nos prestaba el local, ¡qué menos que ponerle el nombre de la parroquia!”. Presidenta, entrenadora de los equipos de base y mecenas –daba clases extraescolares de baile para financiar gastos del club (equipaciones, arbitraje, desplazamientos...)–, a Maca cada vez le quedaba menos tiempo, ganas y fuerzas para una faceta como jugadora que de forma natural fue pasando poco a poco a un segundo plano, volcada como estaba en conseguir la viabilidad económica del club y perpetuar el que siempre ha sido su gran objetivo: “En mi vida no solo he tenido inquietud por jugar, sino porque otros lo hicieran”, palabras que resumen una filosofía que la ha mantenido durante casi cuatro décadas vinculada al deporte.
Actividad
Al día de Maca Cabaleiro le faltaban horas, sobre todo cuando, en la última etapa con el San Rosendo, en los ochenta, se embarcó también en la enseñanza y promoción de la gimnasia rítmica a través del Esquío, además de formar parte del grupo de baile Terra Meiga, otra de sus pasiones.
Hace algunos años, algunos achaques de salud la obligaron a levantar el pie del acelerador, aunque sigue en las trincheras del Esquío aportando sus conocimientos en tareas “más burocráticas”. Con el baloncesto, su relación es más distante. Cuando se desvinculó del club de Canido se alejó totalmente de la disciplina –“me ponía demasiado nerviosa para ver los partidos en las gradas”–, aunque reconoce haber disfrutado y sentir gran satisfacción por los éxitos recientes del Universitario. Con su presidente, Leopoldo Ibáñez, y con su mujer y delegada, María José López, coincidió en torno a una cancha en su época en el Virgen del Mar.
De todo lo que ha hecho en su vida, ¿con qué se queda? “Sin duda con el baloncesto, que me ha dado los mejores años de mi vida. Yo me siento, fundamentalmente, jugadora. Pero sobre todo con toda esa gente, hombres –y quiero destacar especialmente al recientemente fallecido Fernando Sanmartín– y mujeres, que en todos estos años me ayudaron en todas esas etapas”.