El presupuesto como chantaje

Según el diccionario de la RAE, el chantaje es una extorsión, presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio. 
Pues bien, hasta ahora creía que los presupuestos elaborados por un Ejecutivo que no goza de mayoría parlamentaria, como es el caso, requerían de una negociación para sacarlos adelante, con el intercambio de cesiones entre aquellos que puedan llegar a un acuerdo. 
Pues, no. Lo que se lleva ahora es que Rajoy recomiende que seamos serios, que también a él le gustarían otros, pero que los que presentan son los únicos posibles e insinúa la falta de patriotismo de los que no los apoyen; el grupo Popular, con todo el descaro, solicita que cinco diputados socialistas, escogidos al azar, los apoyen para salvar el trámite parlamentario al contar con el solo apoyo de Ciudadanos; y estos, en un arranque carpetovetónico, arremeten contra el PNV y piden “sensatez” a los socialistas para un voto favorable. 
Llegados aquí, poco importan las cifras. Las formas descubren el fondo del documento presupuestario, el chantaje de unas cuentas presentadas a destiempo y, a mi modo de ver, con indisimulados engaños electoralistas.
Estos días asistiremos a valoraciones dispares, bondadosas o diabólicas, dependiendo del cristal político de quien las cuente. Para discernirlas, les propongo unas reflexiones. 
Si aceptamos que las Autonomías son las competentes en sanidad, educación, dependencia, conjuntamente con la Administración Local, o vivienda; si vemos que las infraestructuras envejecen mal por falta de mantenimiento; si asistimos a una pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas y al incierto futuro que se cierne sobre los actuales cotizantes; si nuestros científicos marchan por falta de inversión en investigación; si nos creemos perjudicador por el sector energético; o si la deuda pública aumentó enormemente por el rescate financiero. Preguntémonos, entonces, si está resuelta la financiación autonómica para incrementar los fondos para los centros sanitarios, para las escuelas y universidades o para aumentar la población cubierta por la dependencia; si aumenta suficientemente la inversión pública; si los mayores gozarán de más renta o dejarán de pagar por los medicamentos que consumen; si crecerán las cifras dedicadas a I+D+I; si se regulará el mercado eléctrico; o si recuperaremos el dinero aportado al sistema financiero beneficiario de una mayor concentración bancaria.
Valore estas consideraciones y decida usted si el presupuesto mejorará, o no, nuestras vidas.

El presupuesto como chantaje

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