La semana pasada un par de estudios salían a la luz y vinculaban el consumo de café con una mayor esperanza de vida. Lo curioso es que, hasta junio de 2016, la OMS tenía a esta bebida en la categoría de posibles elementos cancerígenos. Y en los años 70 se había vinculado con un posible riesgo cardiovascular ¿Qué ha pasado para este cambio en el que el café ha pasado de villano a héroe? Simplemente que se ha terminado por demostrar que el problema no era el café, sino las malas compañías.
Así, lo que resultaba cancerígeno no era su consumo, sino hacerlo a temperaturas muy elevadas. Tampoco ayudaba que muchos cafeteros eran, al mismo tiempo, fumadores. Un estilo de vida estresante, donde el café se convertía en combustible imprescindible para mantener el ritmo, era lo que lo que determinaba los riesgos cardiovasculares. Los nuevos estudios han permitido ir desgranando todas estas relaciones y descubrir sus posibles efectos beneficiosos. Pero ojo, que por el momento es una hipótesis por demostrar y no conviene empezar a recetarse una taza de café al día para vivir más.
No es el único caso en que un alimento sospechoso ha cambiado su estatus. Lo mismo ha sucedido con el huevo que, de ser señalado como uno de los principales actores en los altos niveles del llamado colesterol malo, ahora parece que no es así. Y las grasas, culpabilizadas de la plaga de obesidad mundial, parece que cada vez son más beneficiosas y el testigo del mal ha pasado a los azúcares. También se ha dado el paso contrario. La leche y los zumos de fruta han dejado de ser considerados como pilares fundamentales de la dieta y para recelar ahora de ellos.
¿De quién nos podemos fiar a la hora de llenar la nevera? Hay muchos factores relacionados en la alimentación y resulta complicado aislar sus elementos para establecer pautas de causa y efecto. Lo bueno de la ciencia es que pone en duda el conocimiento previo, para bien y para mal. Esto es lo que hace que entendamos cada vez mejor un asunto tan complejo como el de la nutrición. Las recomendaciones de hoy son mucho más precisas que las de hace veinte años, pero menos que las de dentro de cinco.
Así que lo importante sobre todo es no obsesionarse. No existen alimentos milagrosos y nada es perjudicial si se toma con mesura. Como decía Aristóteles, la virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos.