Corrupción consentida y participada

ace unos días el profesor Enrique Barrera, en un artículo titulado “Reganosa, Mugardos y Ares”, acertaba de lleno en su análisis al respecto, al menos en cuanto a  la mercantil. 
Llama la atención, por cierto, porque el propio partido al que está afiliado pegó un giro copernicano en torno al tema. Cuando buena parte de sus militantes, incluídas las Juventudes Socialistas, se posicionaba y encabezaba manifestaciones en contra, vino quien vino a Ferrol, cargo orgánico y conselleiro  del segundo gobierno socialista de la Xunta, a hablar con ellos y desde entonces, ¡caput!; un par de tímidas intervenciones públicas por parte de la entonces concejada de Educación y Cultura, probablemente a título particular, y ¡c´est finí!
Hasta la entonces ministra Narbona, en su visita a Ferrol, dejó con el alma fría a aquel Comité Ciudadano de Emergencia del que era alma páter quien ya era ex-afiliado, el legendario Carmelo Teixeiro. 
Pero bien, el autor no tiene culpa de aquellas interesadas zozobras de partido que no parece que obedecieran al interés general y su análisis es calificado de intachable por quienes controlan del tema. 
La necesidad de construir tropecientas centrales de ciclo combinado se habría basado en proyecciones a futuro de los que se preveían como incrementos de necesidades energéticas. El papel lo aguanta todo y era época de vacas gordas.  Los estudios presentados por los economistas no tuvieron en cuenta las mejores técnicas disponibles ni los avances tecnológicos previsibles ya entonces, que acarrearían la disminución a menos de la mitad del consumo energético por unidad producida en todos los campos de los grandes consumidores de energía (siderurgia, cementeras, petroleras, ferroaleaciones, alumínio, ...). También en el campo de la iluminación, con el desarrollo de la iluminación LED; etc...
Tampoco se tuvo en cuenta que con la crisis galopante iba a disminuir la capacidad de compra por la bajada del poder adquisitivo de quienes componen la fuerza del trabajo. El derroche, por parte de los unos y la drástica disminución de consumo, por la de los otros, llevó a estas consecuencias. 
A mayores, no pocas voces  ya se alzaban advirtiendo que los avances tecnológicos en el desarrollo de las energías renovables (eólica, fotovoltáica, etc), ahora rentables y competitivas sin necesidad de subvención alguna, hacían presagiar el desastre económico que supondría seguir con la explotación del gas natural, el carbón, el petróleo y la nuclear, quemándolos –en el caso de la nuclear, uranio–  con los efectos colaterales que el mero hecho de su quemado producen, la emisión de CO2 a la atmósfera y el cambio climático. Sin olvidar la ruína absoluta, a costa nuestra, que supone el desgüace y tratamiento de residuos nucleares cuando termina la vida útil de una planta nuclear, que enviamos a Francia porque no fuimos capaces de hacer ni la primera para tratarlos aquí,  y por lo que pagamos miles de euros diarios.
Ítem más, al propio Gobierno no se le ocurrió mejor idea (tal vez por no tener remota idem y estar más interesado en las puertas giratorias), que seguir las indicaciones de los “señoritos de las eléctricas” y, para granjearse el mérito de acabar en un Consejo de Administración apalabrado y a ocupar una vez dejado el cargo público,  legislar poniendo todas las zancadillas y trabas posibles para dificultar el desarrollo y explotación de las energías renovables. 
La consecuencia inmediata fué que pasamos de ser uno de los países de Europa dónde la energía eléctrica era más barata, a ser el más caro y, lógicamente, los grandes consumidores se plantearon ir a  consumir y producir fuera de  España con lo cual, disminuyó aún más el consumo.
Con menos puestos de trabajo, menos consumo y, sobre todo, con semejante grado de corrupción consentida y  multiparticipada, se escribe la historia reciente de la España “democrática”, ya conocida y padecida por todos y en la que aún por encima, como dice un tal @joluanguita en las redes: “En vez de crear riqueza, creamos consejos consultivos, comisiones, federaciones..., que impiden el Gobierno y la eficaz gestión”. 
A mayor abundamiento incide en que “una nación con un 30% de paro real y con ingresos medios por trabajador de risa, mantiene 18 Gobiernos, sobredimensionados y corruptos”. Firmemente convencido de que “Si no acabamos con las comunidades autónomas, ellas y sus monstruosas infraestructuras, plagadas de chorizos insaciables, acabarán con nuestra economía”. Esto viene a cuento de que si una comunidad autónoma ya es de por sí un sumidero de cuartos, cómo calificar a aquellas otras en las que se decide (a espaldas de sus ciudadanos) suplir con dinero público los agujeros deficitarios por no alcanzar los beneficios previstos, también alertado por el CCE con tan poco reconocimiento por parte de los propios gallegos. 
Hoy el titular es que “Reganosa opta a lograr la mayoría accionarial de la red de gas griega”. Hace bien en invertir en Grecia..., no vaya a ser que al final tenga que cerrar la única planta que tiene, la planta mugardesa, por incumplimiento de las normas de seguridad que reiteradamente denunció el Comité Ciudadano de Emergencia (aún a pesar de la pasividad y desidia de la población periférica afectada)  y ahora nos recuerda una vez más en su detallado artículo Enrique Barrera. 
 

Corrupción consentida y participada

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