Futuro mestizo

Hay una vieja película británica que comienza con el posado de la familia real al completo, es decir, los reyes, los descendientes en primer grado e incluso los parientes de tercera división. 
Más que una familia real parece el posado de una familia en las bodas de oro, a la que han acudido hasta los parientes de los pueblos más lejanos. 

Es un día de lluvia, el césped está encharcado, y por encima corren los cables de los focos que ayudarán a que la iluminación sea perfecta. 

Uno de los cables eléctricos, sin que lo hayan advertido los ayudantes de los fotógrafos, está algo pelado. Y se produce un cortocircuito. Como el agua es un conductor impecable de la corriente eléctrica, toda la familia real británica muere electrocutada. 

Y, claro, tras la tragedia hay que encontrar una rama de los Windsor por muy lejana que sea, y la rama está en la selva africana, y los británicos tienen un rey negro.

La realidad es mucho menos sofisticada que la ficción, pero igual de impensable, y ya tenemos en la familia real británica a un mestizo. Si alguien, hace cuatro o cinco años, hubiera mantenido la hipótesis de que un mulato podría ser rey de Inglaterra, Escocia y Canadá, o como lleven el asunto de las jurisdicciones, habría sido tachado de orate o de fantasioso sin porvenir.

Pero el futuro está lleno de sorpresas. No hace ya cuatro o cinco años, sino solo hace cuatro o cinco meses, pocos hubieran especulado con un Iglesias Turrión, ministro de Exteriores, en mangas de camisa, siendo recibido por su homólogo alemán, francés o italiano, o con un Iceta presidente del Senado. 

A partir de ahí, la presidencia de la Generalitat bien podría ostentarla una subsahariana o un musulmán nacido en Sabadell. Nos habían dicho que el futuro sería mestizo y variable. Pero creíamos que no iba a llegar tan pronto.

Futuro mestizo

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