Soleá

“Soleá”. Este es el título del último libro de poemas del escritor “de Neda” Vicente Araguas. Un libro editado por “Pigmalión” que acaba de presentarse en el colegio “Logos” de Madrid en un acto en el que no faltó la música del guitarrista Leo de Aurora, heredero de “un virus de flamenco tronío” y una música brillante como el flamígero estilo y es que la “soleá” además de una composición poética, es un “palo” flamenco que se canta y se baila adquiriendo un hondo arraigo por su fuerza expresiva y su capacidad de seducción ya desde muy antiguo –eran famosas las danzarinas de la Bética llevadas a Roma para alegrar con sus voluptuosos giros en los banquetes y reuniones, la vista y los corazones de la sociedad refinada, acompañándose del batir de sus castañuelas–. Como estas castañuelas y su solaz trino viene a cantar la “Soleá” de Vicente Araguas: La “soleá espectacular”: He buscado en el espejo/donde solías mirarte: ni sombra de tu reflejo. ; la “soleá de la duda”: Alguna cosa se esconde/detrás de tu cómo y qué/debieras decir el dónde” ; o la “soleá dividida”: El pañuelo del adiós/ es blanco como la pena/ de uno donde eran dos… Así, hasta medio centenar de soleares, de estrofas mínimas, en los que Araguas despliega un mapa de infinitos sentimientos tras la “soledad de soledades” el prólogo del autor con el que vengo a suscribirme ya que en él Araguas manifiesta su necesidad perentoria de escribir, lejos de lo material (en mi “jambre” mando yo) y cerca del oficio de poeta que en soledad busca una fórmula que nos ayude a vivir. Será por eso que la “soleá no se casa con nada ni con nadie”, por eso será que “todo se canta por soleá”. Y termino ya haciendo mención a otra “soleá” de este maravilloso libro, ahora, la de “la despedida”: La soleá se termina/para volver a empezar/así hace quien camina”. ¡Enhorabuena, Vicente! No se podía decir más en tan poco y tampoco se podía decir mejor. ¡Seguiremos caminando entre nuestras soleás!

Soleá

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