Fanfarrias y disco rayado

El Rey llegó en el Rolls-Royce de Franco, modelo Phantom IV y con la ITV recién pasada. Militares de tierra, mar, aire, y la Guardia Civil, (eché en falta la extinta Guardia Mora), esperaban, como les ordenaron, para rendir honores a su Rey y Capitán General (aunque fuera vestido de civil “pelao”, sin corona, cetro, ni uniforme con chatarra y cintajos), con banderas nacionales por doquier y banda de música, que interpretó una versión nueva, sintética y casi rapera, del himno Nacional. Dentro del Parlamento otra ración de himno, ya en versión tradicional grabada. Mucha fanfarria y mucha hostia me pareció, para  celebrar un común acto civil, como es el inicio de legislatura de un nuevo Gobierno. Aunque por vez primera sea de coalición, y tan constitucionalista como se autoproclaman algunos otros conachos. No era necesaria tanta exhibición. Vista la cosa hasta aquí, no me quedé a escuchar el subsiguiente discurso real. Pondría en juego mis joyitas, si no trató del disco rayado con la cosa esa del cumplimiento de la ley, del mandato constitucional, del respeto como iguales a los diferentes, incluido el colectivo LGTBI; del diálogo, la economía, la unión territorial, y de la puta madre que parió a Paneque por cesárea. En fin, que la cosa va a durar lo que le pete a Ezquerra Republicana de Catalunya, que es la que tiene la batuta de la orquesta de la fiesta, para que otros bailen no con un pasodoble nacional sino con el sosegado y elegante ritmo de una sardana.

Fanfarrias y disco rayado

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