Las alforjas de los Picapiedra

Me enteré de la noticia política que desde hace dos largas lunas corre de bocas en boca en una reunión con compañeros periodistas deliberando y analizando las candidaturas para la concesión de un premio que anualmente otorga la Asociación de Periodistas de Galicia. La sorpresa que nos causó la firma del acuerdo de gobernabilidad motivo que por medio de uno de nuestros smartphone siguiéramos en directo la rueda de prenda en la que se anunciaba el principio de acuerdo entre  Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, o lo que es lo mismo entre socialistas y podemitas.

No salimos de nuestro asombro cuando fuimos conociendo datos sobre todo cuando Pedro y Pablo, para mí siempre serán los Picapiedra, se lanzaron tantas flores como en el pasado muy reciente dardos y puñales dialecticos envenenados que hicieron que el presidente en funciones del Gobierno dijera que no sería capaz de conciliar el sueño si en uno de los sillones del Consejo de Ministros se hubiese sentado    el máximo mandatario de Unidas Podemos.

Los Picapiedra, por sorpresa y casi con nocturnidad- por la hora en la que se dice se ultimó el documento programático- han traspasado todas las barreras políticas infranqueables desde hacía muchos meses y que motivaron que los españoles, injustamente, tuviéramos que volver a votar para elegir a nuestros representantes. 

Cuando menos la postura de los Picapiedra me parece insensata, por no utilizar un adjetivo calificativo más duro, porque en verdad que para ese viaje no hacían falta alforjas y mucho menos tan pesadas y cotosas. Todos hemos perdido el tiempo y los dineros que salen de los bolsillos delos contribuyentes.

Aunque las alforjas fueron pensadas creo que al picapiedra Pedro la mereció la pena cargar con ellas   porque su peso bien podría valer seguir viviendo en la Moncloa, y eso parece ser es lo único que le importa.

El acuerdo programático de los Picapiedra no mitiga el fracaso y la factura electoral que han tenido que pagar las dos fuerzas políticas con la pérdida de miles de votos y parlamentarios. Es la única satisfacción que nos queda a los votantes de a pie que el domingo bajo la lluvia acudimos a los colegios electorales.

Las alforjas de los Picapiedra

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