Terapia musical

Ante tanta ingeniería social y relativismo a espuertas es fácil lanzarse por la autopista de la desesperación enredado por depresiva angustia y falsa perspectiva de felicidad artificial: alcoholismo, drogas, alucinógenos. Enfermedades del alma. Modas y costumbres imperantes que empujan a hábitos perniciosos y muy peligrosos. No olvidemos que la ley de Murphy camina al lado nuestro por la calle a fin de zancadillearnos derribándonos al suelo. Entre las pocas cosas que existen para combatir estas plagas contamos con la música colectiva.
Así lo acreditó la tercera jornada en el templo de los jesuitas, XXI encuentro coral Fonseca, presentado por el impecable maestro de ceremonias Joaquín María García de Dios. Terapia musical urgente. Aunque haya que alterar el programa oficial por imponderables inesperados, sustituyendo el Coro Cantábile, dirigido por Pablo Carballido del Camino, por Coro Vocalise, que abrió la sesión con una solemne misa cantada. ¡Ven, serenidad ven! Necesito paz. Alegría. Sosiego. Escuchar el canto de la brisa, los gorjeos de los niños, el murmullo del arpa deslizándose por el arroyo. 
Los sonidos como sentimientos de comprensión y voluntad. Que empujan a tirar por la borda cuanto nos esclaviza al objeto de alcanzar ingravidez. Tal las felices interpretaciones del Coro Cardenal Quiroga (SAMI Catedral de Santiago) y su repertorio “Panis angelicus”, “Ro, mi niño, ro”, “Cantarela”, “Os teus ollos” y “A cinta de namorarse” dirigido por un polifacético e inspirado José Luis Vázquez. Bajó el telón la agrupación El acorde secreto, dirigido por un espectacular, fecundo arreglista y director Daniel G. Arlés. Provocaciones, atuendos novedosos, sombreritos. Brillantísima explosión acompañada por batería y percusión. Muchos aplausos y complacencias. Varias partituras exquisitas y recuerdo particular para Andrés do Barro y “O tren”.

Terapia musical

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