Complejo (off-topic)

Todo el que haya estado en alguna ocasión en los EEUU le ha llamado la atención el sentido patriótico que tiene la inmensa mayoría de sus ciudadanos. Aman a su bandera y respetan sus instituciones. Con todos sus defectos, nadie pone en duda, a pesar de la pujanza de China, de que sigue siendo la nación más poderosa de la Tierra. Por algo será, y estoy convencido de que ese patriotismo tendrá mucho que ver con ello. Lo que es totalmente normal allí, en España o está mal visto o es objeto de mofa. ¿Por qué? No es fácil de explicar, y lo que viene a continuación no deja de ser una reflexión personal que, con mi atrevimiento habitual, voy a hacerles partícipes. En España, y en mi humilde opinión, el odio entre los dos bandos se fue cocinando a fuego lento. A principios del siglo XX, mientras que la mayoría de la población subsistía malamente o incluso pasaba hambre, las élites aristocráticas y burguesas vivían, como se dice comúnmente “a todo tren”. Esta tremenda y abominable desigualdad fue el abono perfecto para que las ideas anarquistas, socialistas y comunistas calaran en el ciudadano de a pie. Agotada la monarquía y tras la vergonzosa salida del Rey, llegó la II República. Sólo basta ver las fotos del Madrid de entonces para entender la ilusión que despertó. Pero el rencor y el odio de unos dirigentes que podían presumir casi de cualquier cosa menos de ser grandes estadistas, nos llevarían a la Guerra Civil. Los asesinatos masivos perpetrados por ambos bandos y la posterior represión no ayudaron mucho, la verdad, a que se cerraran las heridas. Muchos pensaron que la Constitución del 78 pondría el punto final a la división de lo que se dio llamar “Las dos Españas”, y aquella generación, con independencia de sus ideas políticas, lo entendió así. La cuestión no era olvidar, quizás tampoco perdonar, pero sí tener altura de miras con el objetivo de conseguir la anhelada reconciliación nacional.
Ignoro las razones que llevaron al expresidente Rodríguez Zapatero a remover el pasado y resucitar el dolor de aquella guerra, al igual que me muestro sorprendido e indignado por la actitud de otros políticos (que aunque de distinto partido) le secundan; jóvenes a los que por cierto es obvio que no les mueve tanto las ideas o el rencor como conseguir un puñado de votos manipulando los sentimientos de buenas personas que piensan que con ello se está haciendo justicia a sus antepasados. El caso es que los españoles, todavía, pasados casi 80 años de aquello, seguimos cargando con la losa que supuso la lucha fratricida entre hermanos. Y esta losa, tan pesada por su gran carga de negatividad, impide que nos sintamos orgullosos de nuestra bandera y de nuestra nación. Y yo me pregunto hoy en que los estadounidenses celebran el día de su fiesta nacional: ¿cuándo los españoles cerraremos este capítulo de nuestro pasado?    
 

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