¿Vuelven los soviets?

Que en España tenemos grandes problemas que exigen un debate serio, sereno, y un pacto de Estado es indiscutible. Aunque no son esos los que el Gobierno tiene sobre la mesa ni debate el Parlamento. Me refiero, por ejemplo, a la sanidad que ni es sólo “el problema de Madrid” ni tiene sentido que la ministra responsable anuncie su marcha para ser candidata a la alcaldía de Las Palmas, sin ni siquiera intentar buscar respuestas a la crisis de profesionales y de calidad de los servicios que afecta a toda España. Hablo del uso --o el mal uso-- y de la falta de control sobre los fondos europeos que iban a servir para modernizar España y afianzar nuevos sectores punteros y nadie sabe en qué se están gastando y hasta si se van a perder. Hablo de la cesta de la compra y de la inflación galopante, de los precios insoportables de la electricidad y de los carburantes. Me refiero a la justicia, lastrada por la lentitud y por la utilización política. Hablo de la educación, donde impera una rebaja permanente de la calidad, y a la Universidad, devaluada y ausente del debate social y político. Hasta la Real Academia, nada propensa a levantar la voz, se ha visto obligada a salir al paso para decir que se va a cometer otro disparate con la reducción de contenidos de lengua y literatura “que los estudiantes deben dominar”. Hay muchos asuntos más que merecen un consenso, pero estamos a lo que estamos. La reforma de la sedición y de la malversación, mediante leyes de dudosa constitucionalidad, hechas “ad hominem” y no para servir intereses generales. O los disparates de leyes como la del “sólo sí”, sin prever sus consecuencias y disparando sobre los jueces. O la mal llamada “ley trans”, que va a tener aún peores consecuencias, si alguien no pone freno a la locura, ignorando, cuando no ocultando, los informes desfavorables de organismos como el Consejo de Estado, el Poder Judicial o el Comité de Bioética, de los colegios y las sociedades profesionales de médicos y de psicólogos, etc. O la de la ampliación del aborto, que camina en la misma y terrible dirección, sin formación y sin los conocimientos técnicos imprescindibles, rodeados de decenas de asesores tan incompetentes como ellos y cargados de soberbia, anteponen sus intereses ideológicos personales y partidistas al interés general y rompen las reglas del juego, mienten con descaro y cargan las culpas sobre jueces, abogados, el machismo imperante, la derecha mediática y lo que sea.  En plena revolución rusa, hace cien años, surgieron los soviets, consejos obreros, entidades teóricamente abiertas, e inclusivas, que buscaban, de abajo a arriba, crear “un tipo superior de Estado y una forma superior de democracia”. Ya sabemos cómo acabó todo eso con las peores dictaduras, la eliminación de las libertades y millones de muertos.

¿Vuelven los soviets?

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