Cada despertar es el inicio de un principiante recomenzar, de una nueva vida que se hace a través de pequeñas acciones conjuntas, eso sí, con grandes sueños siempre. Luego hay que procurar no endiosarse, para ello la aureola hemos de beberla en ínfimas dosis, para no caer en absurdos embobamientos o en sobredosis de soberbia.
Por ello, quizás necesitemos cultivar urgentemente una sabiduría superior, que vaya más allá de este aire utilitarista y deshumanizador, para que se humanice nuestra propia existencia de caminantes y que responda a la plenitud de los requerimientos de nuestra naturaleza anímica. Siglo tras siglo, con el ejercicio persistente e infatigable, germinado el propio ingenio de cada cual, los avances están ahí como también los retrocesos, en este cosmos material de todos y de nadie en particular. De ahí, la importancia de añadir a la misión laboral y a su naturaleza intelectual, los abecedarios de los caminos recorridos, con la certeza de que todo está realizado en comunión y, paso a paso, fruto del esfuerzo y de la constancia. Ojalá el hacer por los demás, en beneficio de todo el pueblo, sea un permanente propósito cada día.
En efecto, son las pequeñas cosas las que nos engrandecen. Sólo hay que observar las microempresas y las pequeñas y medianas empresas (comúnmente conocidas como pymes), que engloban más de dos tercios de la totalidad del empleo en el astro y, además, generan la mayor parte de los nuevos puestos de trabajo. Pese a ello, también es verdad que las pymes continúan enfrentándose con sustanciales desafíos en lo que concierne a las condiciones de trabajo, la productividad y el nivel de informalidad de sus actividades.
Al fin y al cabo, todos nos merecemos una pausa para repensar sobre la realidad cambiante. El poder económico está entrelazado con el poder político, pero además con ese ámbito obrero o empresarial, que ha de estar al cuidado del medio ambiente, de los pobres y sobre todo de esos jóvenes en permanente actividad. A mi juicio, a esto hay que sumarle, la innovación del empresario al cuidado de este techo colectivo, aparte de que uno por sí mismo tiene que ser algo para poder hacer chispa. Lo importante está en no desmoronarse y en saber recrearse con el crecimiento solidariamente. A mi juicio, de entrada, tenemos que superar los irracionalismos, para poder echar el ancla, sustentarnos y sostenernos como humanidad conciliada con lo armónico. Aunque muchas veces estemos saciados en las necesidades materiales, no sabemos cómo apagar nuestro deseo de ensombrecer la dicha de los análogos que caminan a nuestro lado, nos falta ese espíritu conciliador de extender los brazos para compartir, sin complejos pesimistas o sin sueños idealistas.
Por otra parte, el orbe de la imaginación es fructífero. Indudablemente, todo requiere esfuerzo y trabajo continuo.
Teniendo en cuenta el bienestar de la ciudadanía y dando prioridad a la participación integradora, es lo que nos garantiza que los nuevos sistemas se adapten y contextualicen con las raíces, las necesidades personales e institucionales. La familia humana tiene la oportunidad de ir más allá de los meros avances tecnológicos, a mi juicio tiene también el deber moral de propiciar un desarrollo humano integral e integrador, donde nadie quede excluido; de ahí, la importancia de la lucha contra la desigualdad, fruto de una ideología individualista que ha abandonado la noción del bien común en una morada genérica, con horizontes comunes. Para 2030 se necesitarán, además, 600 millones de empleos para absorber la creciente fuerza laboral planetaria, lo que hace que el desarrollo de las pymes sea una alta prioridad para muchos gobiernos del mundo. Ojalá aprendamos a oírnos.