Solo de Sol

El sol era dios aquella tarde…”. Así comienza mi próxima novela. Un sol omnipresente y fiero que, como el de estos días, se impone a hombres y bestias para un fin ajeno a cualquier tentación o intención. Solo porque está ahí, presidiendo nuestras vidas y la de nuestro planeta. Reinando sin cetro ni corona. Gobernando sin decreto. Iluminando sin contraprestación.

Solo, digo, porque es el Sol una estrella más, consumiendo su ciclo vital, a la espera de un fin que tal vez sea el pri ncipio del nuestro.

¿Quizá no podamos vivir sin él o no estemos cuando él no esté? Lo que es cierto es que jamás podremos ser él o por él. Sin embargo, nos comportamos como si fuésemos soles, naciendo al alba y poniéndonos al anochecer en el malvado afán de iluminar nuestras vidas, ensombreciendo las de los demás. Sin importarnos abrasarlos, gobernarlos, esclavizarlos a nuestros intereses. Subyugarlos, al fin, a nuestra poderosa presencia divinizada por la triste luz de una miserable queja, malestar, disculpa o argumentario intelectual o prosaico que busca exculparnos de una culpa que es y somos nosotros.

Porque no somos del sol, sino un triste remedo que busca honrar en ese desdoro la mísera sombra que nos escolta. Iluminando de tinieblas la senda por la que hoy transitamos agobiados por un sol, este sí, que creemos ensoberbecido y miserable, cuando solo está ahí, completando, en su magnífica órbita, la secreta naturaleza del universo.

Solo de Sol

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