Perdón por el titular, que quizá parezca algo pretencioso, de este comentario. Por supuesto, ni yo ni ningún periodista es nadie para dar consejos al presidente del Gobierno acerca de cómo sobrevivir políticamente, y menos aún al resiliente Pedro Sánchez, especialista en malabares imposibles. Así que tómese lo que sigue como la mera observación de un informador que ha visto muchas cosas a lo largo de quizá ya demasiados años como simple mirón desde las primeras filas. Y, en tal calidad de mero cronista, quizá me atreva a decir que, a mi modesto juicio, si el presidente del Gobierno de España quiere permanecer en La Moncloa toda la Legislatura –se antoja muy difícil, pero en fin—tendría que…
Tendría que hacer cambios radicales e inmediatos en estructuras muy desgastadas. Los ‘carttoonists’, esos dibujantes de humor que son como someliers catadores de la actualidad, aciertan muchas veces con sus ‘chistes’, que no son, en propiedad, tales. Y este sábado, Ricardo, uno de mis favoritos, presentaba a Pedro Sánchez reflexionando: “igual debería buscar a un fiscal general del Estado que dé más imagen de imparcialidad”, se dice el presidente; “¿has pensado en alguien?”, interrogan desde fuera de la viñeta; “sí, Tezanos”, responde el presidente.
Es difícil decir más con menos palabras acerca de esas estructuras desgastadas a las que antes me refería. Alvaro García Ortiz, el fiscal general del Estado, va a tener muy difícil su supervivencia tras la rebelión, a cuenta de la amnistía a Puigdemont y compañeros mártires, de los ‘cuatro fiscales del Apocalipsis’ que instruyeron el juicio del ‘procés’ (de nuevo Cataluña como quebradero de cabeza); pienso que ya este martes debería dimitir ante la mayoría de fiscales rebeldes, aunque seguramente no lo hará y prolongará su agonía. Y en cuanto al director del CIS, qué quiere que le diga: que en su caída puede hasta arrastrar a esa ministra portavoz del Gobierno, hablo de doña Pilar Alegría, que aseguró que a Tezanos no se le destituye porque ‘siempre acierta’ (sic).
Creo que a Sánchez le ha llegado la hora de las renovaciones, si no quiere ser él mismo el renovado. Comenzando por su propio Gobierno, donde perviven tres vicepresidentas que constituyen toda una anomalía en el engranaje de un Ejecutivo, entre otras peculiaridades que jalonan el Consejo de Ministros: una, por sus inaceptables, vociferantes, estéticas políticas, intolerables en una ministra de Hacienda; la otra, jefa de la coalición con el PSOE, porque se ha desgastado ante las urnas y ante sí misma; la tercera, acaso la más sólida, porque ya esté pensando en ‘su’ comisaría europea. ¿De veras la cercana crisis de Gobierno va a limitarse apenas a Teresa Ribera?
Y ahora que hablamos de Europa, siempre causa envidia contemplar la imagen de Ursula von der Leyen, conservadora, conversando amigablemente con el portugués Antonio Costa, socialdemócrata, preparando la que seguramente va a ser la continuidad de esa coalición no escrita en la UE. ¿Qué maldición impide que los españoles, comenzando claro, por el inquilino de La Moncloa, ensayemos alguna fórmula semejante, aunque sea temporalmente? Sánchez, como figura más descollante de la socialdemocracia europea, habrá de sancionar ese euro pacto que él tapona, a base de muros, de amenazas y de duelos a garrotazos, en España. Necesita parecerse más a Costa que a Trump, por poner dos ejemplos quizá algo tópicos, puede que una pizca distorsionados, pero me temo que ilustrativos.
Por último, aunque ni mucho menos lo último, está el tema de Cataluña. ¿Cómo deshacer ese nudo gordiano, que ahora se centra en la exigencia que la republicana Marta Rovira, la mujer que venció internamente a Junqueras y que hoy está mucho más cerca de Puigdemont que de Sánchez, plantea al Gobierno central: o unilateralidad en la financiación catalana, o aquí se acabó lo que se daba? Una exigencia que en las cada vez más levantiscas restantes autonomías –algunas socialistas—se ha planteado como “una amoralidad” que, sin duda, van a resistirse a aceptar, según cómo se plantee.
Ya se sabe cómo deshizo el gran Alejandro el nudo imposible de desatar con las manos: cortándolo con su espada. Pero ¿qué espada tiene ahora el presidente del Gobierno central? Más preguntas, Señoría: ¿Vale todo para sobrevivir en la presidencia del Gobierno?¿Vale todo para investir a Salvador Illa como president de la Generalitat? ¿O se le deja caer en favor de Puigdemont, provocando consecuencias impensables en un PSOE que ya está dando algunas muestras de inquietud en Madrid, en Andalucía, en Castilla-La Mancha, en Asturias, en…? Esas son las grandes cuestiones que el resiliente Sánchez tiene que plantearse. Y que son, por cierto, incógnitas mucho más difíciles de resolver que aquel ‘París bien vale una misa’, frase atribuida a Enrique de Borbón, que eligió convertirse al catolicismo para poder reinar en Francia.
Supongo que Sánchez, para seguir gobernando casi cincuenta meses más hasta julio de 2027, no habrá necesariamente de convertirse a religión alguna… excepto a la de un cambio en modos y conceptos. Y eso exige una reflexión más larga, más profunda, que un mero retiro trompeteado al desierto de la meditación de apenas cinco días. ¿Le va a merecer la pena tanto destrozo para seguir en el despacho, en el Falcon, en Doñana? ¿Está dotado el autor de ‘Manual de Resistencia’ de la espada de Alejandro Magno, del cinismo del rey francés, del pragmatismo de doña Ursula, del talante abierto de Antonio Costa, de la rapidez de reflejos de Macron, para hacer frente a los enormes desafíos que le/nos vienen? Creo que, en efecto, los próximos cuatro o cinco meses van a ser claves en la vida de Pedro Sánchez. Y, por supuesto, en las de todos nosotros, que tanto dependemos de ‘ellos’.