Todo es del color del cristal con que se mira, dejó dicho Ramón de Campoamor. Los independentistas celebraron la aprobación de la Ley de Amnistía como una victoria que doblegó al Estado “sin renunciar a nada” y es el paso previo al referéndum, la próxima parada”.
Para el presidente del Gobierno “hoy España es más próspera y está más unida que en 2017. La convivencia se abre camino”. Debería explicar a qué prosperidad y unidad se refiere porque la Ley fue aprobada con una de las cámaras en contra y con graves insultos y profunda división de los diputados en el Congreso. Por eso, siguiendo el Principio de Hanlon, las palabras del presidente, más que por la maldad, se explican por su estupidez.
Y la mayoría de la sociedad, según los sondeos de opinión, está en contra de una amnistía que consagra la desigualdad de los españoles ante la ley -un independentista goza de bula para delinquir-; vulnera la seguridad jurídica; quebranta la separación de poderes; y humilla a los tribunales de justicia, a las fuerzas de seguridad y al Jefe del Estado que defendieron el ordenamiento jurídico vigente cuando se produjo la declaración unilateral de independencia en octubre de 2017. Y humilla a la mayoría de los españoles, despreciados por los independentistas.
Por si esto fuera poco, esta Ley es el rejón de muerte del Régimen del 78. La Transición que lo alumbró empezó con la verdadera Ley de Amnistía, la de la “reconciliación” aprobada en octubre de 1977 por dirigentes políticos de diversas procedencias y partidos, todos con sentido de Estado, que buscaron el entendimiento y la concordia para superar las heridas de la dictadura y traer la democracia. Entonces nacieron los pactos políticos, económicos y sociales que nos dieron los mejores años de estabilidad, progreso y bienestar conocidos en España que nos trajeron hasta aquí.
Por el contrario, el Congreso aprobó el jueves “la amnistía de la impunidad”, una ley redactada por los propios independentistas que convierte al Estado en delincuente. Entre noviembre de 2011 y noviembre de 2023 la Ley revoca todas las sentencias, borra todos los delitos y exime de toda responsabilidad a los que participaron en aquellos acontecimientos infames que muchos vimos en directo.
Es el fraude constitucional más grave de la democracia que certifica la degradación progresiva a que está sometida por la ambición de un solo hombre que no tiene límites, ni escrúpulos, ni líneas rojas para permanecer en el poder y compra siete votos negociando con el Estado de Derecho.
Escribió Salvador Espriu en “La pell de brau” -La piel de toro-, símbolo de la resistencia a la dictadura, que “a veces es necesario que un hombre muera por un pueblo, pero jamás ha de morir todo un pueblo por un solo hombre”´ y esto es lo que está ocurriendo. Que la justicia española y europea nos salven.