Los que leen esta columna cada sábado saben que, desde hace mucho tiempo, vengo insistiendo en que el relato de la izquierda sobre Vox no atiende, en absoluto, a la realidad. Estigmatizar a este partido no tiene como objetivo, únicamente, la demonización de la formación que lidera Santiago Abascal. La izquierda busca acorralar al PP para que no pueda pactar con nadie y así, en nombre de la democracia izquierdista, cada vez que el PP no consiga mayorías suficientes para gobernar en solitario debería, según la izquierda, poner alfombra roja, nunca mejor dicho, a gobiernos social comunistas que, también según ellos, son pata negra de la democracia. Durante el tiempo de Pablo Casado como presidente popular el centro derecha español compró ese relato y de ahí aquella cruel intervención de Casado contra Abascal en el congreso de los diputados que fue tan aplaudida por Pablo Iglesias. Aquel aplauso entusiasta dejaba claro que el PP había caído en su trampa y que, de alguna manera, se condenaba a ganar por mayoría absoluta siempre si quería gobernar. Pero llegó Castilla y León y la aritmética política, tan defendida por la izquierda cuando precisa justificarse, obligó a un pacto entre PP y Vox que garantizó a Mañueco cuatro años más de gobierno en aquella comunidad. La izquierda puso el grito en el cielo y anunció el apocalipsis que suponía el pacto. Lo cierto es que el acuerdo se cerró y, como dijo la presidenta madrileña los próximos cuatro años Castilla y León será tierra de “social comunismo free”. Ahora el PP y Vox tienen la oportunidad de demostrar que ese gobierno es útil para los castellanos leoneses y que los profetas del mal anunciaban desgracias interesadas que nunca ocurrirán. Se les acabó el chollo del cuento de la extrema derecha siempre y cuando Vox atienda la gestión de sus consejerías desde el sentido común y se aleje del tremendismo con el que otros le etiquetaron. Centremos la cuestión, el PP es el gran partido español de centro derecha y Vox es el partido de la derecha en España y no hay más. Desde la izquierda se acusa a Vox de querer acabar con el estado de las autonomías que el PP defiende y dicen que no tiene sentido que un partido que defiende esa posición ocupe cargos en una comunidad autónoma, pues bien, esa exigencia que se la hace a Vox no tiene reflejo alguno cuando se trata de la propia izquierda. Podemos quiere acabar con la monarquía parlamentaria y con la Constitución del 78 y lo anuncia a los cuatro vientos mientras ocupa escaños en el parlamento y ministerios del gobierno de España. Tanto Vox como Podemos tienen perfecto derecho a aspirar a cambiar la Constitución, eso sí, por las vías democráticas y legales que impone nuestro ordenamiento jurídico y solo cuando los españoles les den la suficiente representación como para poder hacerlo, podrán avanzar en ese sentido. Ahora todo está en manos de PP y de Vox y de su acierto en la gestión de gobierno dependerá el futuro de Andalucía y, quizás, el de España. Feijóo no es tonto, claro que prefiere gobiernos monocolores del PP, pero no aceptará órdenes de pactos de aquellos que pactan con Bildu, independentistas, comunistas y lo hacen con toda naturalidad.