La decadencia política y social de Podemos va camino de entrar en el ámbito de lo patético. El asalto a los cielos quedó en el olvido y, expulsados del Gobierno, su horizonte es un hueco el Grupo Mixto del Congreso. Consiguieron 69 diputados en 2015 y se quedaron en cinco en las elecciones del 23 J empotrados en Sumar, la última máscara del PCE, el movimiento que lidera Yolanda Díaz. Díaz logró tan vistosa encomienda merced a la ingenuidad de Pablo Iglesias, el creador de Podemos que, de la mano de Pedro Sánchez, alcanzó a ocupar un sillón de vicepresidente en el Consejo de Ministros. Pero que se cansó pronto de las servidumbres de la “real politik”, del día a día, y dimitió para volver a donde procedía: a la agitación mediática y al torbellino estéril de la redes sociales. Creyó que, dejando a Irene Montero y a Jone Belarra colocadas en el Ejecutivo y nombrando a dedo a Yolanda Díaz como cabeza de lo que acabaría llamándose “Sumar”, podría seguir teniendo el mando a distancia de Podemos, la fuerza de cambio que había sido el motor político que tan lejos y tan alto había conducido a los morados. Se equivocó. Olvidó que purgas y traiciones forman parte del ADN de los movimientos comunistas. No las vieron venir.
Todo fue llegar Díaz como gestora de los intereses del movimiento y empezar a ningunear a Podemos en favor de dirigentes del PCE sin relieve popular conocido. Y, aunque alardeaban de que a los ministros de Podemos los nombraba Unidas Podemos, se confiaron. Ahora Yolanda Díaz no se le pone al teléfono a Belarra, Sánchez pasa de ellas y Montero se ha quedado sin Igualdad. El ministerio desde el que sin atender a las voces que alertaban acerca de la deficiente estructura técnica de la ley que pretendía ser el legado histórico de Podemos -la conocida como ley del “solo sí es sí”-, forzó su aprobación provocando el mayor fiasco judicial de los últimos tiempos: más de cien delincuentes sexuales excarcelados y otros mil más vieron rebajadas sus penas. Ni Montero ni Belarra quisieron reconocer el fracaso.
Fue el punto de inflexión, un suicidio político anunciado que acabó restándoles fuerza y protagonismo y desarmándoles ante una Yolanda Díaz que aprovechó la circunstancia para marginarles, y reducir su presencia en las listas el 23 J a pesar de tener mucha más militancia que IU, los comunes y Más Madrid. Ante el lacerante ninguneo al que les está sometiendo Yolanda Díaz, Jone Belarra ha llegado a pedir que se “respete a Podemos”. Patética decadencia de un movimiento que irrumpió con una fuerza telúrica en la vida española y que va camino del baúl de la historia pero dejando una estela de rencor social y enfrentamiento político que tardará en borrarse.