Pánico en el tren

Mi primer contacto con los Estados Unidos se produjo en la adolescencia a través las novelas del Oeste, el precedente del Western, las películas que otorgaron mayor empaque a aquella literatura popular. La acción transcurría en el siglo XIX en el oeste y sur del país y los autores transportaban al lector a un mundo lleno de aventuras que protagonizaban el sheriff, los vaqueros, los duelos en el saloon, los indios, el traslado del ganado, la lucha por las tierras… 
 

En aquellas novelas nunca faltaba el viaje de la diligencia por caminos pedregosos y   peligrosos desfiladeros donde la esperaban los indios o los pistoleros codiciosos para asaltarla y esquilmar a los pasajeros que quedaban desamparados en un lugar inhóspito, si tenían la suerte de sobrevivir al asalto. Las diligencias desaparecieron a partir de 1880 con la llegada del ferrocarril, un medio de transporte más rápido, capaz y seguro.  
 

Perdonen esta larga introducción que traigo a colación a propósito de la odisea del tren de Valencia a Zaragoza y la angustia de los pasajeros que el día 16 se vieron rodeados de “cowboys” en forma de fuego, que amenazaba con abrasar a todo el pasaje de la “diligencia” de Renfe en el peculiar desfiladero de Bejís (Castellón). 
 

Desde la distancia no se entiende que, con aquel fuego descontrolado que abría los informativos nacionales y locales, los responsables de Renfe autorizaran la salida de este tren que debía atravesar, como las diligencias del Oeste, un “territorio minado” por un incendio descontrolado que se propagaba a gran velocidad.  
 

Tampoco se entiende que Renfe “dotara” al convoy como única tripulación a la conductora que, en su soledad, tuvo una actuación ejemplar. Con una pericia y serenidad admirables retrocedió a la estación de Caudel, recogió a los pasajeros que, presos de pánico al ver las llamas, se bajaron del tren por su cuenta y evitó la tragedia.   
 

Es una irresponsabilidad incalificable dejar a la conductora sola en un recorrido cercano a los 300 kilómetros. Que alguien explique por qué no había al menos un interventor para informar y asistir al pasaje y ayudar a la maquinista ante cualquier eventualidad que casi siempre aparece en un viaje de 4 horas, como ocurrió ese día. Dicen los sindicatos que la ausencia del interventor es la norma en los trenes de Renfe, una irresponsabilidad más de la dirección de esta empresa pública.  
 

Hay dos investigaciones en marcha, la judicial y la de Renfe, para saber quién es el responsable de la salida de esta “diligencia” de Valencia a Zaragoza con paso obligado por el infierno de Bejís. Presiento que se rebotarán la culpabilidad de unos a otros y todo quedará diluido… Hasta que ocurra una desgracia.

Pánico en el tren

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