No es que Anne Hidalgo haya cosechado demasiados éxitos como alcaldesa de París, pero al menos, últimamente, parece atenta al sentir de los ciudadanos de ahí la convocatoria de un referéndum para decidir si el ayuntamiento permite la circulación de patinetes por la ciudad, referéndum cuyo resultado ha sido abrumador: el noventa por ciento de los participantes han dicho NO.
Ya me gustaría que el alcalde de mi ciudad, Madrid, José Luis Almeida, o los alcaldes de otras ciudades, siguieran el ejemplo de Anne Hidalgo y de vez en cuando tuvieran a bien preguntarnos a los ciudadanos por cuestiones que tienen que ver con la convivencia ciudadana.
Pero me temo que nuestros alcaldes no lo harán, al menos en el caso de los patinetes, por miedo al qué dirán de los grupos defensores del patinete como medio de locomoción urbana, al que consideran menos contaminante que los coches.
Sin entrar en esa disquisición, lo cierto es que los patinetes se han convertido en un peligro para los transeúntes, y no son pocos los accidentes graves y leves que vienen provocando. Quizá porque no hay normas que delimiten su circulación y por tanto sus usuarios suelen ir como si la ciudad les perteneciera por el solo hecho, si es que fuera así, de no contaminar. Algo parecido les sucede a algunos ciclistas de ciudad, ya sea porque faltan carriles-bici, pero el caso es que muchos que van a todo meter y te llevan por delante si no te apartas. Insisto, naturalmente “no todos” los que van en bici o en patinete pasan de los transeúntes, pero si demasiados y por eso en ocasiones los transeúntes corren peligro. Y subrayo lo de “no todos” porque como vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada y llorona puede que algún colectivo de ciclistas o de usuarios del patinete se ofendan.
Lo cierto es que como se vienen produciendo accidentes debería de haber una reflexión entre los ediles y los ciudadanos sobre el uso de los patinetes y sobre la conveniencia de hacer más carriles para las bicicletas y desde luego hacer cumplir unas normas para proteger a los peatones y también facilitar la circulación de los coches. Les diré que yo voy andando a casi todas partes, es decir que me muevo por la ciudad a pie y, si el desplazamiento excede el de los límites de la ciudad, entonces suelo optar por el taxi.
El gran debate hoy en día es si las ciudades deben ser espacios libres de coches o sencillamente eso es una utopía que no nos podemos permitir. Es más, los anti-coches están convencidos de que la vida de todos mejorará si los vehículos desaparecen o si estos son eléctricos para no contaminar. Posición que me parece un pelín ingenua, habida cuenta de que hasta ahora las baterías eléctricas no son reciclables y son igual de contaminantes como la gasolina.
Naturalmente las grandes compañías van a seguir engordando sus cuentas de beneficios ya sea vendiendo coches eléctricos (gran negocio de presente y de futuro) o coches con gasolina. Imagínense los beneficios que van a obtener habida cuenta que todos tenemos que cambiar nuestros coches por los nuevos eléctricos. Millones de personas cambiarán de coche pero eso, sí, nos dirán que son ecológicos y eso tranquilizará nuestra conciencia y no nos preguntaremos por la fuente de energía para moverlos. Pero esta es una pregunta políticamente incorrecta, un poco aguafiestas, porque el pensamiento dominante, el pensamiento débil, va en dirección contraria. Vivan los patinetes, las bicis y los coches eléctricos que tanto van a beneficiar a las compañías “eléctricas”, listas que son.
Pero como me he ido por los cerros de Úbeda, vuelvo a los patinetes, no estaría mal que ahora que ya estamos en la precampaña electoral para las elecciones municipales, los alcaldes de las grandes ciudades se apiaden de los transeúntes y nos consulten si queremos seguir sorteando patinetes cuando andamos por la calle.