El muy difícil papel de Feijóo

Decía Talleyrand que lo excesivo resulta irrelevante. Y seguramente irrelevantes parecen los excesos verbales con los que los contendientes políticos de las dos Españas tratan de descalificarse. Ambas partes se acusan de violar la Constitución, y el portavoz socialista en el Congreso, Patxi López, ha llegado hasta a decir que el PP es “antisistema, fuera de toda realidad democrática”, mientras del otro lado le llegan a Pedro Sánchez acusaciones de ‘golpismo’ casi a la peruana, de querer romper España, acabar con la Monarquía, yo qué sé. Estos políticos nuestros, a veces jaleados por algunos medios, exageran, claro. 
 

Desconfío de quienes aseguran que lo actuado este viernes por el Gobierno, en connivencia con Esquerra Republicana y con las reticencias con sordina de Unidas Podemos, es un golpe a la Constitución, que va a acabar con el espíritu de la Transición de 1978. Creo que las reformas de la sedición, la malversación, el intento de acabar con los conflictos en los máximos órganos judiciales y de garantías se están haciendo de forma chapucera, improvisada, para beneficiar a personas concretas, no a la sociedad. Creo que la ciudadanía se ha sumido en la confusión y, por tanto, en la indiferencia, que tal vez es lo que se busca. Pero eso no llega a ser golpe de Estado, desde luego.
 

Pero también creo que los jueces se están dejando arrastrar a la lucha (interesada) derecha-izquierda, que les hace adoptar actitudes binarias, trasladando al mundo togado esa tragedia de dos Españas que parecen cada vez más enfrentadas. Pienso que, en este contexto, resulta clave que el líder de la oposición, que no es otro que Alberto Núñez Feijóo por mucho que algunos se empeñen en otra cosa, tiene que encontrar su propio lenguaje para explicar a los españoles, sin dramatismos, sin el ‘y tú más’, sin aferrarse al ‘no es no a todo’, lo que Sánchez, creo que más por desconocimiento y ambición de poder que por maldad o por tener una revolución ‘in mente’, está perpetrando.
 

Porque la verdad es que la sensación que se obtiene de la marcha calmosa, moderada, del ex presidente de la Xunta gallega y presidente del principal partido de la oposición es que se está dejando arrastrar por el lío ambiental, refugiándose en la alma galaica. Piensan muchos con los que vamos hablando, en zona gubernamental y en la de la oposición, que ha de separar lo bueno de lo malo actuado por el Ejecutivo, ha de centrarse en la denuncia de media docena de cosas, más trascendentales que otras sobre las que se pone excesiva atención, debe ir a lo sustancial, que es la apropiación de las instituciones desde ese Ejecutivo. Y tender la mano a otras cuestiones: ¿qué pasaría si, con condiciones, anunciase ‘urbi et orbi’, que sí, que acepta volver a negociar la renovación del poder judicial sobre unas bases, condiciones y contrapartidas determinadas? Seguramente no ocurriría nada, excepto que él podría aprovechar la ocasión para situarse más allá de los vociferantes por principio y de los que alzan la voz expresando iniciativas erradas para no extinguirse.
 

Creo que hace bien Feijóo rechazando el canto de sirena de Abascal y Arrimadas, que son dos políticos casi de otra era, para que se una a una moción de censura contra Sánchez, que saldría triunfante de ella. 
 

Aguardo con impaciencia una próxima rueda de prensa de Feijóo puntualizando sus posturas de hombre de Estado, no como simple denunciante de lo que ya sabemos: que estamos gobernados por un equilibrista que ama el riesgo jurídico, institucional y hasta vital, colocando tantas cosas en la cuerda floja. Y reiterando, eso sí, que eso ni es ni será bueno para los españoles. 

El muy difícil papel de Feijóo

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