La mala educación

No sé si el ministro de la Presidencia, señor Bolaños, tenía o no tenía que estar allí, si había sido invitado o no al guateque de Ayuso, o si debía subir o no a la tribuna de autoridades, pero sí sé que la mala educación de la presidenta de la Comunidad de Madrid es insuperable. La mala educación democrática en particular.


No sé si el ministro Bolaños asistió al 2 de Mayo ayusiano en representación oficial del presidente del Gobierno o no, si esa representación fue comunicada o no a la levantisca funcionaria del protocolo que le impidió el paso, o si, entre tanta autoridad y tanto guardia, a alguien se le ocurrió o no hacer valer la Ley (Real Decreto 2099/83) que reconocía el derecho del ministro a subirse a la plataforma, pero sí sé que el líder del Partido Popular, señor Feijóo, que si subió, no pintaba nada allí, o si pintaba, mucho menos que el ministro en el orden de prelación.


Ayuso, imbuida de la sedicente idea de que Madrid es su ínsula, suya y nada más que suya, avaló el despropósito de placar físicamente a un ministro del Gobierno de España para cerrarle el paso, diciendo que Bolaños había ido a provocar. Dejando a un lado, por obvio, el conocido fenómeno de la proyección psicológica, admirablemente resumido en el refrán de “cree el ladrón que todos son de su condición”, podía la presidenta haber recurrido al decoro institucional para, cuando menos, callarse, ya que pudiera no haberle alcanzado para solventar la enojosa situación con una cierta urbanidad.


Ahora bien; en punto a mala educación, a pésima o ninguna educación democrática e institucional, había por allí alguien que, si no la superaba por ser ello imposible, sí igualó la de la presidenta regional: Martínez Almeida. También exigido, como alcalde Madrid, a conducirse sumiso a la sagrada ley de la hospitalidad, despachó el asunto, sin embargo, llamando “okupa” a Bolaños, y aplaudiendo, en consecuencia, el desahucio preventivo ejecutado por la señora esa del protocolo que se sacó de la manga.


No sé si Bolaños tenía que estar allí o no, pero sí que quienes representan institucionalmente a Madrid no pueden dar esos espectáculos bochornosos un día sí y otro también.

La mala educación

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