Semana tras semana, me he ido acostumbrando a la cita con el blanco. Blanco, generalmente de la pantalla de ordenador, otras del cuaderno de notas, el que siempre llevo en el bolso para cazar ideas y que no vuelen lejos. La cita con ese espacio en el que a priori todo es promesa, y poco a poco, se nutre de palabras hiladas.
Algunas columnas se tejieron fáciles, ligeras, entrelazando ideas, reflexiones y anécdotas de la semana. Otras, trajeron nudos, algún que otro hilo a punto de quebrar o difícil de enhebrar. Todas, me enseñaron algo.
Como en los telares antiguos, una aprende a distinguir entre urdimbre y trama: lo que sostiene y lo que se entrelaza. Lo que permanece y lo que decora.
Cada columna ha sido una hebra. A veces de lino, otras, de lana basta. Algunas suaves como el algodón; otras tensas, imposibles de domar. Hubo hilos sueltos, bordados apresurados y telares que pronto se desdibujaron. Quiero pensar, para quien observa (lee) que también hubo remiendos que salvaron la semana. Tramas tejidas con calma. Nudos bien hechos que no necesitaron disimulo.
Como toda labor artesanal, esta escritura se ha ido componiendo con las manos, sí, pero también con los ojos —para observar el entorno— y con la escucha más interna, para dar forma a lo que de tan silenciado necesitaba expresarse.
¿Para qué estos “telares”? ¿Para abrigar a alguien? ¿Para dejar constancia del día a día? ¿Para trazar un mapa, aunque sea invisible, entre quien escribe y quien lee?
Os lo confieso: para hilar el caos. Poner orden, belleza o tan solo estructura a lo que duele, a lo que pasa, a lo que no entiendo. Una exposición vulnerable. Una confesión con párrafos. Vaciar en un espacio que quizás alguien recoge y transforma. En definitiva, compartir.
“Minerva & Aracne” nació como un telar simbólico, entre saberes y sabores diarios. Enhebrando lo personal con lo colectivo. Tramando un lugar donde lo cotidiano tuviese voz, y lo íntimo, permiso.
No sé qué será de nosotros dentro de unos meses. No sé qué pasará con la política, con el verano, con esta necesidad constante de explicarlo todo, de mostrarlo con más filtros que pudor. Pero sí sé que seguiré escribiendo. Tal vez sin entrega semanal, tal vez sin firmar con nombre propio, tal vez en hojas en blanco que no saldrán de las libretas. Pero seguiré. Porque hay cosas que una no deja. No puede. No quiere.
Así que hoy quiero agradecer. Gracias por leer. Por estar. Por compartir. Por seguir el hilo.
Hoy se cierra el telar. Se guarda el ovillo. Se pliegan las hebras. Pero los hilos siguen. Seguirán. Y, un día, seguramente sin previo aviso, volverán a tirar de mí.
Hasta entonces. Nos seguimos leyendo, desde la pausa, desde el silencio.