Ferrol ¡otra vez!

Cuando por razones de estado se decidió abordar el asentamiento de una base naval en donde se ubicaba una villa resguardada por una Ría única, nadie podía imaginar las vicisitudes que vendrían.
 

La evolución social y económica, hasta hoy en día, se asemeja a una montaña rusa, con subidas a la cima, y consiguientes caídas en picado. 
 

Destacan algunos momentos dulces; el comienzo de la construcción de los astilleros en 1.749, reinando Fernando VI, la culminación de las obras mayores realizada por Carlos III, son una buena primera etapa, entendiendo el contexto de aquellos tiempos. 
 

Con Isabel II, su viaje a Ferrol en 1.858, el nombramiento de ciudad, y un resurgimiento del naval de la mano del marqués de Molins; y ya en 1.909 con la Ley de reforma naval Maura – Ferrándiz y la creación de la Sociedad Española de Construcción Naval, hubo vientos favorables. 
 

Pero sin duda, los mejores “vientos”, soplaron en los sesenta, setenta y principios de los ochenta del siglo pasado. El astillero se moderniza y acomete la construcción de las primeras fragatas lanzamisiles clase “Baleares”, paralelamente sigue con botaduras de petroleros, obos, bulk carriers y cargueros. Se diversifica con las reparaciones y trasformaciones de buques y la fábrica de turbinas. 
 

En la “otra banda” otro astillero privado, construye 16 petroleros de más de 250.000 toneladas de peso muerto. Hay diversificación industrial con empresas asentadas en el término municipal y empieza a ver la luz el polígono de A Gándara.  
 

En 1.981, finalizando la bonanza, la ciudad rondaba los 92.000 habitantes ―y si dejamos a un lado política y burocracia― sumando los dos ayuntamientos limítrofes, en la urbe vivián 136.000 personas.
Hoy, teniendo en cuenta las actuales circunstancias, podemos pensar que estamos empezando, de nuevo, a subir la montaña. 
 

Modernización de las fragatas F-100, la construcción de las nuevas F- 110. El importante tirón del puerto comercial, la reconversión del otrora astillero en una fábrica de componentes para eólica marina, las inversiones industriales que se anuncian en ayuntamientos limítrofes, son señales inequívocas.
 

Siempre y cuando, claro está, que no cometamos errores del pasado. Nuevos polígonos ―dentro del municipio― en Mandiá y San Pedro de leixa. La inversión necesaria en el astillero local para adaptarlo a los tiempos: digitalización, dique y talleres; añadiendo la imprescindible solución al tren integrándolo en el Corredor Atlántico, serán acciones complementarias e imprescindibles a perseguir por la política local, para que esta “escalada” llegue a ser realidad.

Ferrol ¡otra vez!

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