El singular nacimiento de la ciudad proyectada “ex novo”, por necesidades del Gobierno, dio lugar a que en la misma se alcanzaran, por primera vez en Galicia, grandes hitos urbanísticos.
Destaca el avanzado trazado de la famosa “tableta de chocolate”, con sus seis calles largas, nueve perpendiculares y dos plazas simétricamente situadas, conocida como barrio de La Magdalena.
Destaca la ordenación de la primera gran alameda, que además de zona verde de esparcimiento servía para diferenciar la parte industrial ―astilleros y arsenal― del resto de la población.
Se introduce el alcantarillado ―denominado en sus orígenes alcatruz― y se construye el primer cementerio moderno, dejando así de dar sepultura en iglesias y atrios. También surge en la construcción de edificios las galerías basadas en las popas de los buques de línea. A finales del siglo XVIII, Ferrol es la ciudad más poblada de Galicia con 25.000 habitantes, seguida de Coruña y Santiago con 15 y 13.000 respectivamente.
Los orígenes comentados de la urbe provocan también momentos oscuros en su evolución. Aun así, más recientemente continuaron algunos avances significativos.
En la década de los sesenta del siglo pasado se inauguraba el primer aparcamiento subterráneo de Galicia y de los primeros de España. No hace falta mencionar, la eliminación del mismo y los cambios en la plaza de Armas y Ayuntamiento, que por cierto, sigue sin tener su fachada iluminada.
En 1.959 empezaron las obras de construcción del primer recinto ferial de Galicia, inaugurándose en 1.963 con la primera “Feria de Muestras del Noroeste de España”. Durante décadas este recinto amplió actividades con salones del naval, automóvil, conciertos musicales o certámenes como Ocio Nadal, Fevino o Equiocio.
En el resto de las ciudades gallegas e incluso en poblaciones menores como Silleda o Villagarcía, con la ayuda de la Administración autonómica, pronto empezaron a florecer otros recintos; la pionera ferrolana es la única que ha cerrado sus puertas.
Después de un ofrecimiento, para instalar un museo de coches antiguos, hemos asistido a intentos de cambios de uso para bomberos y policía ―dependencias que ya existen― cerrando definitivamente su función inicial.
Se propone ahora, para ciudad deportiva. Está claro que fomentar estas actividades es importante, pero también debemos reflexionar sobre la desaparición de un gran atractivo, además de ingresos y visitantes, que tenía la ciudad.
Quizás sea el momento de tener amplitud de miras y lograr un nuevo recinto polivalente para deporte y ferias; Ferrol no puede seguir perdiendo activos.