Hace unos días presencié en una zona peatonal como el conductor de un patinete eléctrico golpeaba con fuerza a una persona que paseaba tranquilamente, produciéndole diversas heridas por lo que tuvo que ser atendido en el mismo lugar de los hechos. Un altercado que pudo ser mucho peor si tenemos en cuenta la violencia del impacto debido a la velocidad que llevaba el conductor del patinete.
El joven que fue recriminado por diversas personas debido a su actitud, aun quería tener la razón señalando que el peatón no se había apartado cuando él llegó conduciendo su vehículo de dos ruedas. Insistió, de manera más que descarada, que tenía el mismo derecho para conducir su patinete en la vía peatonal que las personas y que podía hacerlo a una velocidad de 25 kilómetros a la hora (sic).
Poco tiempo después del incidente se presentaron agentes de la policía municipal a los que alguien, que observó todo lo que estaba pasando, llamó para denunciar el hecho que en cualquier momento puede tener consecuencias más graves y desgraciadas como ya ocurrió en otros lugares, donde un peatón resultó muerto por el atropello de un patinete eléctrico.
Al presenciar el accidente me di cuenta, una vez más, de que los conductores de estos artefactos incumplen todas las medidas circulatorias: van a una velocidad excesiva, no llevan casco, sortean a los peatones como si se tratase de un juego, muchos de ellos van acompañados de otra persona y con auriculares para el móvil. Una gran mayoría tienen edades muy jóvenes que no les permitiría sacar ni el carnet de motocicletas, y encima tienen el consentimiento de sus padres que son los que se los compran. Pululan por aceras, paseos marítimos, pasos cebra y otras zonas peatonales sin importarles que por allí circulen tranquilamente personas mayores o niños que tienen todo su derecho a hacerlo. Y por encima de todo esto los vehículos no disponen de cédula de identificación ni seguro que se haga responsable de los daños que puedan ocasionar. Un gran despropósito que hace tiempo se viene denunciando sin que las autoridades correspondientes adopten las medidas oportunas teniendo en cuenta que se trata de un vehículo en toda regla.
No tengo nada en contra de este vehículo tan popular en los últimos tiempos a la vez que muy peligroso y mal utilizado como ocurre con demasiada frecuencia. Creo que el patinete eléctrico llegó para quedarse, pero tanto padres -que se los compran como un juguete más- como los conductores tienen que ser responsables -los niños, por desgracia no lo son- de lo que llevan entre las manos. Su mala utilización, como viene ocurriendo con demasiada frecuencia, es un peligro público que nos solemos encontrar por zonas concurridas, por las aceras y en los lugares más inverosímiles poniendo muy en peligro a las personas que por ellas transitan.
Las administraciones que tienen competencias, desde la local a la nacional, tienen que adoptar medidas concretas para su funcionamiento y que los patinetes eléctricos estén totalmente regulados. Es absurdo que si un niño no puede conducir una moto a un coche, por falta de edad, pueda hacerlo con un vehículo de estas características con el que puede generar mucho daño sin que el menor sea consciente de ello. Para él es un juguete más, regalado por sus padres, con el que puede divertirse pero también producir mucho daño.