Érase una vez la izquierda

Dice una antigua maldición china, ojalá te toque vivir tiempos interesantes. 
 

Lo cierto es que para bien o para mal estamos viviendo unos tiempos atípicos, desconcertantes. Y tal vez interesantes. Nos cambian el pasado, nos escriben el presente y nos predicen el futuro.  Como decía Benedetti, cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas.    
 

Pero la intención de este artículo no es explorar tales laberintos, sino la de analizar el cambio camaleónico ocurrido en la izquierda política en los últimos 30 años. Como dice un buen amigo, ¡ahí es nada! 
Aunque antes es importante aclarar que nos estamos refiriendo a la versión socialdemócrata de la izquierda. Aquella que en los tiempos de la Guerra Fría proponía la famosa “tercera vía”, una suerte de modelo económico que según se decía era el único capaz de contener la expansión comunista.    
 

Lo cierto es que la propuesta tuvo cierto éxito en países como Suecia, Noruega, Finlandia y algunos otros. Los partidos socialdemócratas de entonces pusieron en práctica una serie de reformas económicas y sociales importantes. Lo que algunos llamaron socialismo democrático. Pero aquello no ocurrió por casualidad. 
 

Las élites económicas, temerosas del avance comunista en Europa, decidieron ser flexibles, concediéndole a esos partidos una suerte de “franquicia” temporal para que pudieran construir un proyecto social capaz de conjurar el peligro.
 

En esos tiempos el temor era de tal magnitud que incluso algunos partidos demócratas cristianos, en un intento de ampliar la doctrina social de la Iglesia del Papa León XIII, publicada 1891 en la encíclica Rerum novarum, decidieron recoger en sus programas electorales alguna que otra propuesta de la izquierda.
 

Lo cierto es que aquel compromiso con la socialdemocracia, un compromiso no escrito, se mantuvo durante varias décadas. Pero, ¡oh, casualidad!,  terminó justo a la caída del muro de Berlín.
 

Lo curioso es que desde entonces nadie intentó renovarlo. Ni siquiera los poderosos grupos que “apadrinan” la famosa Agenda 2030 –por cierto, apoyada con gran ahínco por la progresía política y mediática– sienten el menor deseo de hacerlo.
 

En todo caso, lo ocurrido hace más de 30 años marcó un punto de inflexión, puesto que obligó a la izquierda a tener que reinventarse a sí misma, o dejarse reinventar en algún laboratorio de ideas. 
 

Su antiguo proyecto fue  claramente saboteado y sustituido por una narrativa que al parecer tiene como meta liquidar los valores culturales y espirituales heredados, sin importar si éstos son patrimonio de minorías o mayorías. De la “quema” parece que ni las religiones se salvan. 
 

Algunos consideran a esta nueva izquierda un invento del capitalismo “verde-ecologista-financiero”. Creen que fuera de oponerse a la privatización completa de los sistemas públicos de salud, la enseñanza o las pensiones, en lo todo lo demás apenas se diferencia de la derecha neoliberal. 
 

La realidad es que algo de eso hay. Las cosas han alcanzado tal grado de surrealismo que cualquier político que hoy se atreva a reivindicar el programa económico de la vieja socialdemocracia es tildado de bolchevique y apartado de escena. 
 

Hay opinólogos que creen que esta izquierda se formó de los restos dejados del naufragio de la vieja. Asegurando que algunas de las extravagancias progresistas, además de no tener sentido ni coherencia, sirven de motor sociológico para que avance la extrema derecha en Europa.    
 

Existe mucha confusión. Tanta, que hay gente que se considera a sí misma de izquierdas y, sin embargo, se niega a ver estas cosas. Y están ahí presentes. Convertidas en una realidad política. 
 

De todo ello se desprende que la izquierda europea de hoy ni siquiera es practicante del marxismo cultural, como pronostican algunos opinólogos disfrazados de expertos, sino que es culturalmente neoliberal. 
 

Se podría decir que es una pseudoizquierda, adicta al consumismo, practicante del turismo de masas –extractivo– y amante de la cultura creadora de necesidades. Lo que significa que estamos ante una izquierda “consumo-dependiente” en toda regla. De una izquierda que tiene de socialdemócrata lo que este servidor de fraile cartujo.

Érase una vez la izquierda

Te puede interesar