Algún lector avispado, que seguro que este diario atesora, puede llegar a la conclusión de que quién escribe estas líneas no está lo suficientemente legitimado, dada mi condición de foráneo, para dar lecciones a los ferrolanos sobre el futuro de su ciudad. Planteamiento, no obstante, tan respetable como equivocado, defendido, muy probablemente, por aquellos que, durante siglos, se han creído dueños y señores, y hasta emperadores, de sus empedradas calles. La realidad es que, al igual que sucedía en el cuento infantil de Andersen, el emperador iba desnudo... Mirar hacia delante, sin embargo, es mucho más práctico que buscar culpables, o más bien responsables, de la atonía de una urbe ilustrada, de tradición militar y cuna de importantes figuras para la cultura nacional, como Concepción Arenal, Jenaro Pérez Villamil o Gonzalo Torrente Ballester. En todo caso, los ferrolanos deben reflexionar acerca de la idoneidad de las personas que se ofrecen para capitalizar su confianza y poner en marcha los cambios que Ferrol necesita. Conviene no equivocarse, ni dejarse llevar por discursos utópicos o por cantos de sirena de otro tiempo. Cuánto daño ha hecho el pensar que se puede vivir de espaldas a la ciudad, creando un ecosistema paralelo y despreciando la universidad, el turismo y la singularidad de sus gentes y su gastronomía. Salir de ese ensimismamiento empieza por conocerse muy bien a uno mismo, pero no solo en cuanto a fortalezas, sino también en lo referente a las propias debilidades. Hay mimbres para forjar un lugar agradable para vivir y visitar. El presupuesto municipal debe fomentar la inversión local mediante la recuperación de las características galerías del barrio de La Magdalena, la repavimentación y la mejora de sus calles. Galiano y Dolores son el mejor ejemplo de que se pueden hacer las cosas bien. El empedrado es precioso, pero habría que plantearse si es lo más operativo -y cómodo- para determinadas vías con paso de vehículos. Hay que plantearse, de nuevo, la organización del tráfico y hacer una planificación sensata de aparcamiento y peatonalización. Las cuestas no son incompatibles con la estética. De eso, en ciudades como Vitoria, saben bastante. Los barrios de Esteiro y, en especial, Recimil y Canido necesitan una buena puesta a punto, casi hablando en términos de habitabilidad. En este caso, prima más la seguridad que el urbanismo. La receta es idéntica para Ferrol Vello. La reforma de la plaza de Armas, a título meramente ilustrativo, ha sido un buen intento. La mejoría es clara pero la zona pide más. Un ejemplo de la política ferrolana de los últimos tiempos... Ni una mala palabra, ni una buena acción. La lista de propuestas concretas puede ser interminable, casi abrumadora, pero no imposible. Ni mucho menos. “Con todo -decía George Borrow en La Biblia en España en unas letras todavía vigentes- hay aquí todavía mucho que admirar.
A pesar de la desolación actual, hay (...) algunas calles buenas y no pocas casas hermosas”. Ferrol é moito. Y los ferrolanos también.