La semana que concluye este domingo ha sido pródiga en acontecimientos, tanto en política interna como exterior. De todo lo que hemos visto y oído, me quedo con el mensaje de Zelenski en el Congreso de los Diputados de España --incluyendo su alusión al bombardeo de Guernica, que tanta polémica estúpida ha suscitado--y con otro mensaje, muy diferente por cierto, lanzado a través de una entrevista radiofónica por el embajador ruso en Madrid, Yuri Korchagin. El diplomático tuvo el cuajo de asegurar que la matanza de civiles en Bucha, cuyas imágenes tanto nos han horrorizado a todos, fue un ‘montaje’ que busca desprestigiar al Ejército ruso. Bueno, en realidad, el embajador, que ya debería haber sido expulsado de Madrid junto a sus otros veinticinco funcionarios, apenas seguía las enseñanzas de ese gran cínico que es el ministro ruso de Exteriores, el nunca sonriente Lavrov.
Alguien me preguntó, tras un comentario sobre la entrevista que Carlos Herrera le hizo a Korchagin en la COPE, si yo me hubiese negado a entrevistar al embajador colocado por Putin en España desde hace una década. Por supuesto que me hubiese encantado participar en esa entrevista, aunque temo que, poco profesionalmente, hubiese perdido los nervios no solo por el hecho de que el diplomático estuviese mintiendo descaradamente, sino por la insensibilidad mostrada ante las fotografías que todos hemos visto. Cadáveres reales, no actores ‘disfrazados’ de cadáveres. Que les pregunten a Josep Borrell y a Ursula von der Leyen si los muertos que vieron eran ficticios, que se lo digan a los compañeros que hubieron de fotografiar cuerpos destrozados en la estación de Donbás.
La de Putin no es solamente una guerra injusta que viola todos los tratados internacionales: es un genocidio y una burla a cualquier apariencia de verdad. No es posible una negociación diplomática con quien se burla de sus propias víctimas y falsifica con aplomo la realidad. Creo que la política exterior española está ahora ante la ocasión de un gran consenso que incluya no solamente al Sáhara --y ahí el Gobierno ha fallado, incluso en la correcta colocación del escudo de la bandera española en la cena con Mohamed VI; una anécdota menor, sin duda, pero un reflejo de que nada se ha hecho bien--, sino que diseñe una visión global del mundo. Europa, la ‘cumbre’ de la OTAN, un tribunal penal internacional para juzgar las atrocidades del presidente ruso.
Creo que España tiene que jugársela un poco más que con el simple aplauso de Sus Señorías a la imagen por plasma del admirable Zelenski. Es el momento de liderar la firmeza. El primer acuerdo entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo bien podría ser acordar la inmediata expulsión del país del embajador Korchagin. Además de por las otras muchas razones que bien sabemos, por mentiroso.