Desgarradores lamentos (II)

Sea como fuere, hemos de reconocer que la multitud de incertidumbres y congojas nos están dejando sin fuerzas; y, lo que es peor, se agudizan las carencias. Tampoco las operaciones humanitarias cuentan con fondos suficientes para aminorar tanto clamor vertido por los rincones del mundo. La desigualdad es manifiesta, socava los Estados sociales democráticos de derecho, erosiona cualquier espíritu solidario y obstaculiza la ansiada recuperación inclusiva, que muchos mandos repiten hasta la saciedad, pero no con hechos, cuestión que lesiona hasta su legitimidad.


La atmosfera no puede ser más violenta, es cierto. Tanto es así, que ninguna nación es inmune a la intolerancia y a este fanatismo enfermizo que viene cargado de venganzas. Ya en otro tiempo, habíamos sufrido episodios inhumanos, encomendados a la fuerza y al terror, porque sus semillas eran de odio; pero, a pesar de tantos avances, aún no hemos aprendido la lección de respeto y consideración que todos nos merecemos porque sí, sin dominio ni dominadores; puesto que el afecto nunca se sulfura y jamás se venga. De ahí, lo importante de no equivocarse de camino ni de andares, de hacer parada para repensar y dejarse fortalecer. No olvidemos que también en los suspiros hay cuestiones contradictorias, unas que nos envenenan y otras que nos reconcilian, pero que deben hacernos salir de la visión de amargado, para retomar el impulso de la valentía ante los sorbos de la vida.


En todo caso, será complicado imaginar un mundo en paz, hasta que aquellos que nos dirigen no se tomen en serio su modo de administrar el poder, encaminado siempre al servicio, que ha estar enraizado en los derechos humanos, para procurar el bienestar de todos. Por otra parte, también nosotros tenemos que dejarnos oír más y escucharnos mejor, con los consabidos deberes de enmienda a realizar, cuando menos para que cesen los conflictos, con tantos gemidos lastimosos que nos dejan sin palabras. Retornar a la innata actitud de renovación, activando la amistad y reactivando la proximidad entre diversos, es otro de los compromisos a efectuar. Querer hacerlo es buena señal. Poder mover el cambio en las conciencias, mejorar el vivir cultivando la adhesión sin tantas fronteras que nos dividen, por muy dolorosas que sean las movidas, es un avance que tranquiliza.

Desgarradores lamentos (II)

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