Deserciones

Las filas de los “nuevos” partidos, que llegaron para acabar con el bipartidismo, se desangran a más velocidad de la imaginada. Seguramente convencidos de que iban a conquistar el cielo en dos asaltos, la escalada, lenta, y en plena crispación, desanima a los que vieron en la política una vía de desarrollo personal.


Empecemos por Vox, que este fin de semana celebra Asamblea General y una nueva depuración en su cúpula. Abascal, líder indiscutido desde el primer día, renueva mandato tras cambiar incluso el diseño de la cadena de mando. Para que no le disputará el liderazgo, coloca como vocal a Javier Ortega Smith, el colérico concejal del Ayuntamiento de Madrid, junto con Jorge Buxadé, otro baluarte del ala más dura de la extrema derecha.


Tras la salida de una de las caras más conocidas, Espinosa de los Monteros, su mano derecha en el Congreso, y Macarena Olona, siempre a punto de crear unas nuevas siglas que nunca llegan a materializarse, Abascal ha decidido que él y un único vicepresidente, Ignacio Garriga, llevarán las riendas de una formación que pierde fuelle cada cita electoral. Mientras, en Podemos la debacle es aparatosa. Ya lo que faltaba es que uno de los cinco diputados con que cuentan en el Congreso se diera de baja como ha hecho Lilith Verstrynge. Era nada menos que Secretaría de Organización de los morados y mano derecha de Belarra. No solo deja el cargo y la militancia, sino que, al abandonar el escaño, será sustituida por una dirigente de los Comunes, o sea de Sumar. Las declaraciones de solidaridad, tanto de Irene Montero como de Belarra, sugieren un problema de salud como causa del inesperado abandono. Veremos si Pablo Iglesias, desde la atalaya de su canal de televisión, da una explicación que resuelva el misterio. De momento, ha hecho su última purga interna en el equipo de colaboradores despidiendo a su inseparable Monedero porque osó cuestionar las relaciones con Yolanda Díaz.


Su objetivo, ahora, es que Montero consiga asiento en el Parlamento Europeo. Pero con los malos pronósticos que auguran las encuestas en Galicia y solo cuatro diputados en el Carrera de San Jerónimo, el tema está complicado.


Y qué decir de Ciudadanos. El pobre Edmundo Bal anda buscando unas siglas que le den cobijo ante su orfandad. Ya no queda nadie de los que creyeron que gobernar este país estaba al alcance de sus manos. Ni siquiera la nueva formación, Izquierda Española, nacida de un grupo llamado Los Jacobinos, y que pretende ocupar el hueco de centroizquierda abandonado por el PSOE.

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